E imaginan la escena a día de hoy? Solo con rodarla hubiese acabado con todos sus protagonistas en prisión. El legendario camarote de los hermanos Marx se ha convertido en una escena casi pornográfica, con la gente tan cerquita, tan cerquita que da asco y aterroriza. Allá donde hace apenas un mes largo nos desternillábamos de risa hoy solo se ve imprudencia y maldad, como si el mismísimo Groucho quisiese contagiarte algo, no sé el qué.

¡Qué poco ha durado la alegría en casa del pobre! Cuando ya estábamos acostumbrándonos al calabozo de oro del confinamiento como Steve McQueen lo hizo al calabozo en el campo de concentración de La gran evasión (aquí, en Bilbao, hemos llegado a encargar chuletones de kilo por Internet y el bueno de Steve le daba a la pelota de beisbol, cada cual con el icono de su cultura...), resulta que la unión del pueblo se resquebraja. Ya hay vecinos que han escrito en el ascensor del sanitario del quinto al que aplaude cada tarde un lema terrible: Rata contagiosa. Y se ha pedido a varios de su estirpe que no vuelvan a casa a dormir, no sea que te lo cruces en la escalera. Conozco un caso en primera persona. Un hombre necesita andar todos los días por un problema flebítico de salud. Sale con discreción para dar la vuelta a la manzana y ya ha recibido un par de denuncias de su propia escalera, ese triste camarote.