SE ha propagado tanto y del tal manera el gen de la internacionalización que la vieja Termibus de toda la vida ahora hay que llamarle Bilbao Intermodal. Iba a decirles, además, que ya ha empezado la cuenta atrás para que eche a rodar el nuevo espacio pero no sé si diciéndolo así, atino con el verbo adecuado. Visto lo que ha caído en este noviembre húmedo y acuoso, ¿acaso no sería mejor decir que zarpa la Intermodal? Vistos los tornos de acceso, tan similares a los existentes en el aeropuerto, ¿acaso no cabe la expresión “la estación que despega”? Quédense con el que quieran, pero lo cierto es que se pone en marcha uno de esos espacios que aumentan de revoluciones los motores de la ciudad; una de esas obras cívicas que cambian no solo la fisonomía sino el corazón de la villa.

Tras dos años de obra pura y dura se ha despertado la curiosidad de la ciudadanía. De tanto excavar, ¿habrán encontrado petróleo o un tesoro de la antigüedad; se habrán diseñado una de esas galerías de catacumbas que tanto llaman la atención en la Roma eterna? No lo sé, pero sospecho que los dos días previos al momento mágico de darle al on programados para las visitas guiadas tienen como propósito saciar la sed de novedades de la población, siempre tan acuciante. En unos meses, pasar por allí pero con el horno aún caliente mucha gente quiere hincarle el diente al pan. Más que verla los primeros días lo interesante es que funcione como un eficaz controlador del espacio terrestre de Bilbao, si es que se puede decir así.

Hay cálculos que nos advierten de que por allí pasarán ¡sopla! mil autobuses al día y toda una caravana de trenes de cercanías, metro, taxis, tranvía, y bicicletas que configurarán el paisaje de la nueva Bilbao Intermodal.

Como sucede con tantas realidades tan serias y barbudas, hay una lectura txirene del asunto. La escuché en un bar de las inmediaciones, camino del periódico que pilla cerca. “Si la obra la ha gestionado una constructora que lleva por nombre Amenabar no cabe duda que le habrá quedado un escenario de película”, decía una voz anónima. El humor no es una mala manera de afrontar estos asuntos que siempre exigen paciencia. No por nada queda aún un año para que veamos la estampa al completo, con todo puesto en su sitio y funcionando.