PASÓ de ubicarse en el ojo del huracán al centro de la diana; de considerarse un farol a la bilbaina a convertirse en el faro que guía a los usuarios del transporte público; de considerarse una unidad de medida para las chanzas y chirigotas de un Bilbao donde a pie, ¿se acuerdan?, “a cualquier parte” a convertirse en el gran ingenio del siglo XXI para Bilbao. ¡Qué digo para Bilbao, para Bizkaia entera! No en vano, uno tiene la sensación de que si se trazase una línea de lápiz de estación en estación para unirlas sobre un mapa ferroviario acabaría dibujando el mapa de Bizkaia, como en uno de esos pasatiempos de antaño.

Se cumplen ya 25 años de vida de Metro Bilbao y uno tiene la sensación de que se han equivocado en los cálculos: que lleva entre nosotros toda una vida, como dice el viejo bolero que cantaba Machín. Quizás ocurra porque se ha incrustado en nuestras vidas como una veta de plata lo hace en la roca o porque ha sido un sueño lago tiempo acariciado. No en vano, en la década de los felices años 20, el Ayuntamiento de Bilbao preparó un proyecto para poner en marcha un servicio de metro entre los barrios de Abando, San Francisco, Zabalburu y Casco Viejo. Poco después, con el estallido de la Guerra Civil española y la escasez de dinero, el proyecto quedó definitivamente aparcado en los hangares de las esperanzas perdidas.

Ya en 1970 se presentó un proyecto para comunicar los barrios altos de Bilbao con el centro -de similar trazado al de la línea 3 actual...-,? pero no salió adelante, ya que las alternativas posteriores pensaron a lo grande, como se acostumbra en la villa, y apostaron más bien por crear un ferrocarril metropolitano para todo el Gran Bilbao. Un año después en los grandes despachos se pensaba en las necesidades de transporte. El embrión ya estaba fecundado.