HE ahí todo un flechazo al corazón, una historia cargada de sentido común según aseguran sus promotores y un abracadabra urbanístico al decir de los vecinos detractores. Allá donde hasta la fecha se encontraba, en toda su magnitud, la Escuela Universitaria de Magisterio (BAM) entra en juego un acto de concentración de la Diócesis de Bilbao que ha decidido agruparse en el hermoso edificio de Barraincua, donde a día de hoy llamaba la atención el toque exótico de unas palmeras que, supongo, tendrán complicada la supervivencia. No en vano la Iglesia ha decidido agrupar tras los citados muros buena parte de sus actividades pastorales, formativas, culturales y caritativas, todo ello en franca hermandad con la edificación de un mayúsculo hospital de Mutualia que también ofrecerá cuidados para los cuerpos de las ovejas descarriadas del mundo laboral.

Como sucede cada vez que se anuncian cambios aplauden unas voces y truenan otras. ¿Qué sucede en estas ocasión? El Obispado asegura que se trata de una conjunción de sus astros y aprovecha que el Pisuerga pasa por Valladolid para hermanarse con un hospital que albergará en ese mismo espacio. No suena mal. Ocurre que los vecinos recelan de la operación. Piensan que el Obispado va a modificar el paisaje urbano, algo que ya no les convence, enriqueciéndose en el tránsito, algo que les convence aún menos.

¿Ocurrirá lo que acostumbra? Entre quejas, litigios, acciones legales contra la tramitación y demás mecanismos de protesta o de defensa (cada cual tendrá sus razones, no lo discuto...) existe un riesgo: la parálisis. Las demoras en este tipo de cuestiones suelen ser morrocotudas y la construcción del edificio, que en principio tiene un plazo para su finalización, puede eternizarse o no construirse jamás. Ojalá no sea tiempo perdido.