S la maldición del fútbol moderno, ese que arrasó al viejo fútbol donde el Athletic. El fútbol moderno que olvida los colores, la historia, la tradición heredada de padres a hijos, las leyendas de un club y la pasión cuando hay partido. En las gradas y sobre el césped. El fútbol moderno con sus matemáticas exigencias y su poca vergüenza propia; el fútbol moderno que mata la ambición y la fe en los imposibles que tanto agrandó al Athletic, que tantas veces le convirtió en ejemplo antes que en milagro.

Cada vez que llegan días negros como el último frente al Celta, con el equipo de brazos caídos (a veces caen porque les puede la presión, en otras porque no hay un dulce objetivo a la vista y en ocasiones porque la suerte les es esquiva...) y el pueblo que les alienta encabronado ante esa sensación de déjàdéjà vu retumba esa vieja idea: cuando hay demasiado pan falta hambre, cuando arrecian las caricias falta el látigo que espolee dicho sea, válgame Dios, a la metáfora.

El fútbol moderno que desdeña el desorden que nace del arrebato, la locura que nace de la pasión y que te lleva a dar un paso al frente cuando los cánones piden mesura; el fútbol moderno que condena ilusiones como aquella de los once aldeanos, acusándolas de falsas; el fútbol de hoy que vería con malos ojos llamar cojonudo a Iribar como hacíamos en el de ayer, que no se sabe de memoria la alineación de su equipo.

¿Llegará a tiempo el Athletic No solo para el partido de esta tarde en el Nuevo Mirandilla, que también, sino para lo que resta de campeonato. ¿Serán capaces los leones de rescatar del baúl las viejas, remendadas de tantas y tantas batallas, y ponérselas por si contagian? Me temo que no es fácil. En el fútbol moderno hay días que sí, otros que no y otros mediopensionistas. En el fútbol moderno, ¡ay lo que duele!, los sueños están en Ibiza.