El primer gran reto al que se enfrenta la UE es la puesta en marcha del plan Next Generation EU. 750.000 millones de euros en forma de ayudas directas y de préstamos que empezarán a llegar a los Estados miembros para financiar proyectos que deben suponer, no solo el motor económico para salir de la crisis provocada por la pandemia, si no sobre todo el tractor de transformación del modelo de producción y consumo de los europeos. Una oportunidad histórica que también puede suponer una amenaza crítica si los Estados miembros y las instituciones europeas no son capaces de hacer un correcto uso de esas ingentes cantidades de dinero público que suponen una deuda común de todos los europeos por tres generaciones. La decisión arrancada a los llamados Estados "frugales" de la UE, hace ahora un año en el Consejo Europeo, no supone un cheque en blanco para el despilfarro. Seguro que todos estaremos ante la atenta mirada crítica de sus gobernantes y de ahí, la trascendencia del papel que a la Comisión Europea le corresponde para fiscalizar el gasto en los proyectos aprobados.

El paso de una economía lineal y de consumo masivo a una economía circular equilibrada, va a suponer un proceso de transición y transformación que nadie duda que se requiere para la sostenibilidad del planeta y de las personas, pero que en absoluto va a resultar neutral. Sectores, territorios y ciudadanos se van a ver afectados en sus hábitos de vida y en sus empleos. De ahí que sea decisivo que el cambio sea justo y especialmente cuidadoso en limitar al mínimo las desigualdades que de forma inevitable se van a producir. Todo ello entra en fase de aceleración a la vuelta del verano, con el nuevo paquete de directivas ecológicas europeas y con la entrada en escena de la política de inteligencia artificial y digitalización de la UE. Todo ello, mientras la batalla hegemónica entre EE.UU. y China se va agriar hasta niveles hasta ahora desconocidos, tras el último episodio de los ciberataques masivos llevados a cabo por los chinos.

Y desde el punto de vista político, en septiembre se producirá un momento histórico, cuando Merkel se retire tras haber sido la lideresa europea en las dos últimas décadas. Un nuevo personaje, hombre si gobiernan los socialcristianos y mujer, si lo hacen los Verdes, que parecen en las encuestas las dos opciones más claras, regirán los destinos de la primera potencia de la UE. Vendrán formas y visiones nuevas, aunque el compromiso de los germanos sea inequívoco con la Unión y con sus políticas estratégicas. Pero la manera de llevar el timón marca siempre en gran medida la navegación. Además, en la otra parte de la bisagra franco-alemana, Francia, también se acercan las elecciones presidenciales de mayo de 2022. Seguro que Macron iniciará su precampaña y el futuro de Europa formará parte de su munición electoral.