LEVAMOS un año brutal, con la violencia machista desatada de nuevo en forma de acoso, agresiones sexuales, asesinatos de mujeres y una misoginia presente en forma de desigualdad laboral y un discurso político preocupante. El problema no es menor y la causa requiere de buenos defensores. De poner pie en pared con contundencia, pero sin trazo grueso. Frente a esta lacra, también es un problema la ligereza. El manual de marketing que utiliza la ministra Irene Montero le ha jugado otra mala pasada porque, en lugar de informarse, de ponderar y separar el grano de la paja, ha optado por aplicar una doctrina tan maniquea que acaba reproduciendo tics propios del machismo; como si una mujer necesitara protección en cualquier circunstancia por el hecho de serlo. Creo que es muy duro que una madre pase el trago de entregar a un hijo. No creo que sea justo para ellos llevarles a esa situación. Porque a veces perdemos la perspectiva de que los derechos a preservar prioritariamente son los de los menores. Ni su madre ni su padre están por encima. Montero ha respaldado a esa madre porque su denuncia contra los servicios sociales de la Diputación de Bizkaia no ha acreditado en el juicio pruebas de trato injusto y sí la valoración coincidente de diversos profesionales de la protección social de diferentes ámbitos que justifican el procedimiento aplicado. No ha sido un caso de violencia machista, ministra. Infórmese, por favor, porque la causa de la igualdad de género es tan elevada que merece mejores defensores. Merece que no se le reduzca a un tuit en chorro y no se desacredite por falta de rigor en los mensajes. Merece una rectificación que la devuelva a usted a la prioridad de construir modelos de convivencia respetuosa y ecuánime y no utilizar su posición política para el postureo en redes. Las banderas que queremos seguir requieren de un abanderado cualificado.