N este descenso a los infiernos de una cierta mirada a la realidad -que hace no demasiado habría calificado yo mismo de viejuna- me siento invadido por una especie de ira hacia lo superficial. Se pone uno trascendente con bastante facilidad respecto de los usos y prácticas que van construyendo la cultura pos-posmoderna, si es que eso existe. Desde luego, con mucha más facilidad con la que uno analizaba sus propias experiencias treinta años atrás. Debe de ser eso del abismo generacional, que es una brecha en la percepción de uno mismo más que una divergencia con la de los que vienen detrás. Toda esta sesuda -e inútil- reflexión que me ha ocupado ya media columna viene al calor de un par de titulares on line de la pasada semana. Con el común denominador de "Fulanito o Menganita incendia las redes" se igualan para la valoración de la audiencia el posado sexy de una celebrity y el mensaje de aliento a los bombardeos sobre Gaza de un político venido a menos. Seguramente la equiparación inconsciente que consigue el lenguaje al definirlos de igual modo hace justicia a la intención de ambos, puesto que su necesidad es que hablen de ellos -de eso viven- y cada cual posa con lo que tiene, sea su caspa intelectual o sus curvas. Pero la frivolidad de estos incendios virtuales también la alimentamos al concederles esa categoría usted y yo.