ODOS sabíamos que lo de Lezama y Zubieta iba a pasar. Todos sabíamos que lo de Pozas se iba a descontrolar. Todos sabíamos... Es una de las constantes en ciertas valoraciones de los excesos vividos durante el fin de semana en torno a la final de Copa. Tanto conocimiento previo expresado a posteriori tiene muy poco valor. Por elevación, todo se podría haber evitado con un confinamiento general. ¡Ah, no! A mí no, que yo cumplo. Vale, pues que hubieran cerrado los bares en las zonas de concentración de aficionados. Ni pensar, que siempren pagan los mismos: el sector perseguido. Entonces, controles en las calles, ocupación policial del espacio público. Estado policial preventivo. ¿Disolvemos las multitudes? Represión, lo que hace falta es una policía del pueblo. Como la que se llevó unos guantazos en Bermeo por cerrar un bar. Mientras, nuestros hijos siguen saliendo de casa con las instrucciones aprendidas y olvidadas; y nosotros seguimos juntando mesas cuando el tabernero no nos pone orden y las mascarillas se retiran en cuanto nos hacemos fuertes tras un vaso -el efecto disuasorio del alcohol, que debe de espantar a los virus: más lejos cuanto más alcohol y más gritamos y reímos-. Que sí, que el fallo es del que no nos vigila lo suficiente. Que se han creído que gobernar es pretender que nos comportemos como adultos. ¿Se capta la ironía?