aL calor de las estadísticas y justo cuando se va a completar un año de su ejercicio en el cargo, sale a la palestra el siempre sugerente tema del contrato del entrenador. Puede ser que el debate en torno al futuro de Gaizka Garitano sea un aliciente más para preparar el terreno de cara a la inminente apertura del mercado de fichajes, período propicio para las noticias y particularmente resbaladizo, no precisamente por culpa de la nieve o el hielo propios de la estación.

Al hombre menos comunicativo de cuantos han ocupado el banquillo de San Mamés en los últimos tiempos, ya se han apresurado a colgarle la etiqueta de “entrenador de Champions”. Seguro que no le hace mucha gracia, pero su natural discreción le impedirá exteriorizarlo. Para qué, se dirá. La cosa es que los puntos conquistados bajo su dirección al cabo de 38 jornadas sitúan al equipo en una posición de privilegio, aunque el cálculo incluya la licencia de sumar partidos de ediciones distintas del campeonato. Al respecto, rememorar cómo se llegó a calificar de “europeo” el registro de Garitano en la pasada campaña cuando siendo fieles a la cruda realidad el Athletic no solo se quedó fuera de Europa, sino que desperdició de manera lamentable la posibilidad cierta de meter el morro en el reparto de las plazas continentales.

El marketing nos ha invadido, orienta o determina nuestra existencia sin que caigamos en la cuenta de hasta qué punto. Pero el fútbol, como la política, la economía o el resto de los ámbitos donde incide sin recato, es mucho más que marketing, la disciplina favorita de los dirigentes, un arma que dispara munición mentirosa.

En fin, que la tentación de solicitar la renovación inmediata de Garitano es demasiado fuerte ahora que los parabienes ambientan la actualidad deportiva del Athletic. Sin conocer cuál es el deseo del técnico, uno apostaría a que prefiere tomárselo con calma, esperar a que el calendario avance o directamente termine para tratar la cuestión con quien corresponde. Si así fuera habría que alabarle el gusto, pero es que además sería coherente con su discurso.

Gaizka Garitano cultiva la sana costumbre de relativizar el valor del éxito, sabe que en su mundo la memoria es sobre todo muy frágil. De hecho suele sacar a colación su experiencia personal en algún destino donde pasó de capitán general a destituido en cuestión de pocos días. Por otra parte, qué prisa puede tener en asegurarse la continuidad en el club un profesional que en su momento asumió la responsabilidad en un contexto muy complicado y ya ha demostrado de lo que es capaz.

Ahora, en estas fechas, cuando todavía hay que gestionar dos tercios de la competición para qué preocuparse por nada que no sea el desempeño diario del trabajo. A Garitano le ampara la inercia que impulsa su proyecto y ese será el factor que establezca el escenario ideal para firmar un nuevo acuerdo con el Athletic.