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Un modelo Social Europeo para superar la crisis

La crisis y las políticas económicas dominantes erosionan la cohesión social, disparan los niveles de pobreza y ensanchan la brecha entre ricos y pobres. Esta dura crisis tiene su mas dramático exponente en la vertiente social que muestra el empobrecimiento y las dificultades vitales de personas y familias que no alcanzan a vislumbrar un futuro con empleo y modos de vida dignos. Por ello, numerosos referentes políticos y mediáticos sitúan en el centro del debate la cuestión relativa al alcance y extensión de la denominada Europa Social. ¿Tiene realmente la Unión Europea una auténtica política social? ¿Cómo gobernar en clave Comunitaria la imparable mundialización/globalización económica?

En la actualidad no existe un auténtico modelo social europeo sino varios modelos nacionales en el marco de la UE, con criterios o características heterogéneas. ¿Por qué no armonizarlos sobre la base de dos principios básicos, los de solidaridad y justicia social? Tenemos ya una maltrecha unión económica y monetaria, ¿para cuándo una Europa social que permita vertebrar la sociedad europea?

Las bases sobre las que asentar los elementos troncales del modelo social europeo han de ser la creación de empleo estable, la garantía de un sistema público de pensiones viable, la atención a los desempleados mediante apoyo directo y medidas de formación, la integración de la inmigración, articulando sistemas de protección a los trabajadores, un conjunto básico de normas tuitivas, protectoras del Derecho Laboral, sistemas de seguridad social y estructuras de concertación social armonizadas. Debemos estar unidos dentro de la diversidad para salir así reforzados por el sentimiento de defensa de un modelo social europeo que ponga a las personas, a los ciudadanos, y no a los mercados, en el centro de sus decisiones y de sus preocupaciones como proyecto político.

Crear esa Europa Social del futuro pasa por la desburocratización y democratización de la misma y por lograr una mayor eficiencia de los recursos, ya que el incremento del gasto social sin más no es suficiente. Democracia y Estado social se interaccionan permanentemente, y dependen uno del otro.

Las críticas vertidas hacia el vigente Tratado Europeo ponen el acento en que consolida una especie de neoliberalismo comunitarizado. La política social queda excesivamente ligada a los intereses dominantes de las grandes corporaciones y es preciso coordinar el factor económico y el social para lograr así redefinir el modelo social. Esta añorada Europa social ha sido tradicionalmente el pariente pobre de la construcción europea.

La Europa Social camina por detrás de la Europa del mercado. No existe una competencia directa a favor de la UE en materia de protección social. Como parte integrante del Derecho europeo, y en el elenco de los Derechos Fundamentales de la Unión, cabe destacar los relativos a la libertad profesional y derecho a trabajar, libertad de empresa, el derecho a la información y consulta de los trabajadores en la empresa, negociación y acción colectiva, acceso a los servicios de colocación, protección en caso de despido injustificado, derecho a trabajar en condiciones justas y equitativas, prohibición del trabajo infantil y protección de los jóvenes en el trabajo, protección de la vida familiar y la vida profesional, derecho de acceso a las prestaciones de seguridad social y a los servicios sociales que garantizan una protección en casos como la maternidad, la enfermedad, los accidentes laborales, la dependencia o la vejez, así como la pérdida de empleo y la protección de la salud.

El escenario normativo-institucional idóneo sería aquel que lograra coordinar de manera eficaz y democrática las políticas económicas, las presupuestarias, las sociales y las de empleo de los Estados miembros, situando la moneda única como instrumento al servicio de una auténtica estrategia de desarrollo sostenible y profundización del modelo social europeo. El logro de tal objetivo requiere que la política social y la política de empleo se sitúen en la Unión al mismo nivel que la política económica, es decir, como de interés común, siendo gestionadas como un conjunto integrado.

¿Qué nos falta? impulso y liderazgo político para materializar una Europa que ilusione a sus ciudadanos. Ante la crisis y el desconcierto institucional cabe reclamar sin duda, más Europa, pero con una mayor profundización en los valores del modelo europeo de sociedad. O nos integramos más o nos desintegramos como proyecto político europeo. El reto merece la pena.