Cuando estas líneas que les escribo, vean la luz, la llamada Supercopa de España ya se habrá celebrado y tendrá un flamante campeón. Curiosamente esta Supercopa de España (pongo el acento, de España) se disputa -se celebra, como ustedes quieran- en Arabia Saudí, paradigma de los derechos humanos, y en lo que parece, que serán muy pocos, los aficionados privilegiados, que vean en vivo y en directo a los equipos de sus amores, conformándose el resto de mortales con vivirlo y disfrutarlo por televisión o animando en las calles. Dirán que una de las oscuras razones de llevar la competición al país de los petrodólares es, cómo no, el dinero, pero ya hace mucho tiempo que el fútbol de alto standing dejó de ser una juego de caballeros, convirtiendo esta y otras competiciones (véase el próximo mundial de Catar) en otro claro ejemplo, de estos negocios redondos para unos cuantos. En el lavado de cara que un régimen cuasi feudal ha pretendido colar para esta celebración sobre todo para las mujeres, donde sus derechos son bastante inexistentes ( pese a una pretendida apertura), se les dejará quizás entrar en los campos, por supuesto separadas de los hombres, y luego volverán a desaparecer, en un país donde ser gay o lesbiana, se persigue y castiga, donde se encarcela a periodistas y la libertad de información brilla bastante por su ausencia. Petrodólares, en fin, por una Copa en Arabia.