Tras casi cuatro años desde que perdiera mi último temporal empleo de cierta consideración económica, me cuestiono el valor real de los tiempos. Miles de personas en idéntica situación no esperábamos una fase de desempleo tan esparramada como esta. Cualquiera que conozca con completa seguridad el tiempo de obligada desactividad laboral puede planear su futuro de una determinada manera, pero estar a la deriva cronológica, en espera de una obligada incorporación a la vida activa, impide un progreso vital lógico. Los chavales empiezan la universidad en base a una disposición temporal más o menos larga y en función de ella se plantean qué van a ser de mayores. Los maduritos con amplia experiencia laboral, atados a compromisos económicos ya adquiridos en el camino y perpetuos esperadores de un trabajo que no llega, ¿en base a qué debemos planear nuestro futuro? ¿Cómo podemos plantearnos qué queremos ser de mayores? ¿Son los cursos de reciclaje un motor económico que crean empleo para el desempleado? Inestabilidad, incertidumbre, miseria económica, precariedad, si es que llega un día algún empleo basura al que aferrarnos, es lo que vemos cuando miramos el día y la hora en la que nos encontramos. Y eso porque aún no hemos empeñado el reloj para poder comer...