E estado jugando con un procesador de inteligencia artificial que funciona como los buscadores de imágenes: le das una frase, por ejemplo "Putin bailando vals con Lagarde" y te devuelve una serie de imágenes que cuadran en ese concepto. La diferencia con los buscadores convencionales es que las imágenes han sido creadas para la ocasión a partir de las conexiones del lenguaje (nuestra entrada) con los materiales audiovisuales que existen en internet. Se trata de una versión incompleta, que distorsiona las caras hasta hacerlas parecer un retrato pintado por Francis Bacon, pero precisamente esa surrealidad las hace todavía más inquietantes. En las que obtuve, los dos políticos bailan en plan pareja clásica, Astaire y Rogers. Da miedo pensar que la versión completa producirá imágenes indistinguibles de las reales. Es decir, falsas pero verosímiles. Ya sabemos que una imagen miente más que mil palabras y hace tiempo que esos vídeos que mapean caras conocidas en otros cuerpos, junto con programas que sintetizan la voz haciendo que un personaje diga algo que nunca dijo, han permitido saber que casi nada de lo que vemos tiene por qué ser real.

Ni siquiera hace falta que la falsificación sea precisa: las tecnologías aportan simplemente un nuevo grado en la sofisticación del engaño, pero sabemos que mentir simple y llanamente, como hacen ya demasiado a menudo ciertos personajes de la política, inventando mentiras y odios con toda su jeta, funciona y engaña especialmente a quienes ya estaban convencidos, que es el mecanismo subyacente a estos engaños. Porque nos dan aquello que ya creíamos, vemos el mundo para confirmar que teníamos razón, y lo que menos nos preocupa es que sea cierto. La inteligencia artificial solamente lo hace más rápido y sin tener que mancharnos las manos. l