La pataleta de Vladímir Putin ha dejado de ir in crescendo. Cuando uno lleva tanto tiempo oyendo el mismo repiqueteo de amenazas hace como quien oye llover. O se convence más de la imperiosa necesidad de dejar de huir del matón del cole. Suecia y Finlandia se abrazan a la OTAN sin importarles las amenazas de Moscú de que se creará un problema. El problema ya existe en Europa y lo que toca es evitar que se propague. No ha servido mirar para otro lado ni el buenismo de que la diplomacia alimente la buena fe de Putin. No la tiene. Hay un problema colectivo y es él.