E tenido ocasión de perderme en un bosque de pinos durante unos días en Semana Santa. Apenas tenía cobertura. He sabido distanciarme del mundanal ruido como para que me sonaran lejanas las noticias que aún conseguían colarse hasta mi refugio. Incluso hubo tiempo para compartir una amena sobremesa al volver, con amistades que llevaba tiempo sin ver.

He vuelto y veo que las cosas siguen igual. Al escándalo de las comisiones de compras de mascarillas se añade el escándalo de comisiones por organizar unos tristes partidos de fútbol en Arabia Saudita. En Inglaterra Boris Johnson sigue sacando pecho arrimándose a la guerra de Ucrania para intentar que la población se olvide de sus fiestas en lo peor de la pandemia. Aquí se va destapando más información sobre el uso del Pegasus contra partidos de la oposición catalanista. Sigue la agresión contra Ucrania que Putin se obstina en llamar "Operación Especial". Y ahora Putin quiere, al parecer, aplicar las teorías de Gustave Le Bon a la población civil del Donbás. Y llegan imágenes de bombardeos en Gaza muy, pero que muy parecidas a las de los bombardeos en Ucrania.

Polonia, país históricamente equipado como ninguno para no ser como Putin, mantiene recluido al periodista Pablo Gonzalez bajo acusaciones de espionaje de la que, por ahora, no ha aportado prueba significativa alguna. Y le ha sobrado tiempo para ello. Y parece que a muy poquitos importa.

Un racista xenófobo ha hecho parecer decente a la candidata de la ultraderecha en Francia, que ahora cuenta con más posibilidades que nunca hasta ahora de ganar unas elecciones y de hacer que vuelva la Francia de Vichy.

Hace unos pocos años -en 2019, antes del covid- todo esto junto habría sonado a exageración apocalíptica. Ahora han conseguido que nos suene a business as usual, a lo de siempre.

Menos mal que uno vuelve con las pilas cargadas y preparado para lo que le echen. El ser humano es un ser resiliente y yo no voy a ser menos. Ustedes tampoco.

@krakenberger