L reciente hallazgo de una fosa común en el cementerio de Begoña con los cuerpos de 46 personas, la mayoría gudaris y milicianos que luchaban con medios precarios para impedir la entrada de las tropas fascistas en Bilbao y la toma de la ciudad a sangre y fuego, nos habla de los horrores de la guerra, de la barbarie del agresor superior en número, medios, sistemas bélicos y brutal inhumanidad, pero también de la soledad y vulnerabilidad del agredido.

Cuarenta y seis hombres y mujeres -al igual que los 21 encontrados recientemente en otra fosa en Nafarroa y los que aún permanecen en hoyos y cunetas- asesinados, ejecutados extrajudicialmente, bombardeados, vejados y despojados de su humanidad y su dignidad. Y arrojados en secreto a un agujero mientras las tropas agresoras celebraban su "victoria" y pocos días después un alcalde indigno se vanagloriaba de que Bilbao "no se ha rendido, sino que ha sido conquistado por las armas" y a partir de entonces era una "ciudad redimida con sangre" bajo la "ley de guerra, dura, viril, inexorable".

Los asesinados eran personas que defendían su país, su libertad y la de los demás, y que dieron su vida por ello. Mientras, mandatarios, políticos y población de los países occidentales clamarían contra las guerras y seguirían a sus cosas. Poco después les tocaría a ellos.

Hoy, en otros lugares hay invasiones, agresiones, bombardeos, tomas de ciudades, ejecuciones y violaciones mediante las que los tiranos están dispuestos a dominar a los demás al precio que sea. Y algún día en esos lugares se descubrirán fosas comunes repletas de pobres gentes vulnerables, anónimas, violentadas, asesinadas y arrojadas a un agujero y que, solos, luchaban con sus escasos medios contra su dominación. Su exhumación y redignificación les "redimirá" de verdad: no con sangre, sino con justicia.