UANDO mi abuelo Félix, el taxista de Santurce (le llamábamos Aita) oía en el parte de la tele (de labios de un tal David Cubedo, un busto parlante que daba miedo en aquella televisión española única que había) el nombre de "José Antonio" refiriéndose a Primo de Rivera, el falangista que tenía una importante avenida en Bilbao, juraba y perjuraba que "José Antonio" era para él José Antonio Aguirre, el lehendakari. Yo, con 11-12 años, me limitaba a escucharle aquello de "falsos", "hipócritas", "fariseos"€ dirigido a los medios oficiales de la época ante el desagrado de mi abuela (la Mama Felisa) porque decía que nos iban a oír los vecinos.

Aita veía puntualmente todos los telediarios con sonrisa sardónica y compraba La Gaceta del Norte, porque El Correo Español le parecía más€ eso. También traía el diario de la tarde Hierro, que luego me dejaba para ver las noticias del Athletic. Cuando me veía atento a la tele o leer la prensa me decía: "Ez sinestu erdixe baino€ eh? La mitad de la mitad de lo que digan...". Es curioso, pero yo lo sigo diciendo en casa cuando vemos ciertos canales; y no diré nombres.

Mi abuelo Félix tenía verdadero fervor por Aguirre. Decía que sobre todo había sido una gran persona, que creía en Dios, lo que no aquellos curas que llevaban bajo palio a Patxi, "el enano del Pardo" o "Patxi el facista" (así, con una sola ese). Lo de que los curas de entonces no creían en Dios escandalizaba mucho a la Mama, que renegaba por lo bajini. A mí me hacía gracia.

Con el tiempo, supe de dónde venía esa adoración de Aita Félix por nuestro José Antonio. Me contó cosas sobre él, sobre lo que hizo y sobre todo lo que no hizo, y otros sí hicieron, durante la guerra y después de ella, y me acuerdo oírle todo aquello en un autobús camino a Aralar, en el primer Alderdi Eguna de 1977.

Aita Félix, que era de Legutiano y hablaba euskera aprendido trabajando de morroi en un baserri de Lazkao, se asentó en Santurtzi y se hizo inseparable de Santi Arana, hijo de Luis y sobrino del maestro Sabino. Santi Arana, siempre sonriente con su txapela para atrás, como mi aitite, me regaló por aquellos años, cuando me vio interesado por los escritos de su tío, un tomo clandestino con las obras completas de Arana Goiri de papel biblia traído del "otro lado". Lo guardo como un tesoro. Como guardo las fotos con mi ama Loli y mi hijo Aitor con Xabier Arzalluz y con el lehendakari Ibarretxe.

Volvamos a José Antonio. Para mí, por la clara influencia de Aita Félix, se convirtió desde entonces en figura legendaria, la prueba física de que Euzkadi existía, una patria propia que había tenido un presidente y un gobierno, solo derrocados por la fuerza por unos fascistas que nadie eligió, ni aquí ni en España.

Las fotos del impecable lehendakari, las de su gobierno plural, las de los gudaris ejemplares, nuestros símbolos, las monedas llamadas eliodoros y los igarobides que guardaba mi amama como oro en paño. Éramos un país y todo volvería a la normalidad cuando se muriera el dictador sanguinario y volvieran los buenos, los nuestros, los que cantaban bellas canciones en euskera, las mismas que hoy cantamos en casa con nuestras hijas e hijos.

Todo aquello pasó, pero conviene saber de dónde venimos, como siempre recuerda Iñaki Anasagasti. Que sepan por qué somos como somos. Katea ez da eten.

Se ha escrito mucho desde entonces, y se ha puesto en valor lo que fue y representó el lehendakari Aguirre. El líder, el caballero, el incansable, el motor de un país en momentos dramáticos. El presidente que mereció seguir guiando nuestro destino como pueblo por muchos años. Una persona con valores, como mi aitite Félix. Para el que era simplemente José Antonio.

* Abogado