UNA nueva novela de Maite Sota (Cintruénigo, Nafarroa), una escritora que no elude los asuntos que resultan conflictivos y que un día son primera página y otro, poco menos que al siguiente, van a parar al silencio de la página pasada en balde o al de esos asuntos de los que “no trae cuenta” hablar, como ha sido hasta hace nada todo lo relacionado con la represión que siguió al golpe militar de 1936 en la retaguardia y en concreto a la de Nafarroa, un secreto a voces o mejor dicho a voces a puerta cerrada.

En El informe Ulises, Maite Sota trataba de los abusos sexuales en niños cometidos al amparo de órdenes religiosas y el silencio cómplice de la Jerarquía, y de las tragedias que se han venido silenciando hasta hace nada. Pues bien, en La soledad de la higuera, editado por Pamiela, y de manera compleja y literariamente muy ambiciosa, se trata de los daños sociales y familiares causados por la represión que siguió el golpe militar de 1936 -exilios, emigración, campos de concentración, trincheras-, de la recuperación y asunción de una memoria familiar, del duelo de las tragedias privadas, y de algo que parece no tener remedio: la trata de mujeres por parte de mafias en las que no es raro que estén involucrados uniformados, a juzgar por las noticias que saltan en los medios de comunicación como si solo fueran “sucesos” y no una lacra social de envergadura. Un relato sostenido por la voz narrativa de dos mujeres del presente comprometidas con su tiempo, el nuestro y sus desdichas.

A mi juicio, el valor que tienen relatos como el de Maite Sota excede a sus méritos literarios para dar de lleno en el rescate de las memorias de la “gente de a pie”, los sempiternos perdedores de todas las tormentas. Sobre la Guerra Civil española se ha escrito mucho, sobre las memorias concretas de los pueblos y comunidades que la padecieron, menos. Lo particular y reconocible en lo escuchado y transmitido o envuelto en el secreto en el ámbito familiar se pierde en un relato más general que difumina mucho lo padecido, sobre todo por gente sin voz o poca voz, poco menos que los invisibles de la historia, por los perdedores, obligados a llevar unas vida de apariencia casi clandestina y afanes a contracorriente, y a ocultar su propia historia en lugares que no figuran en los mapas literarios: relatos a escondidas, papeles secretos -esas cartas familiares que en esta novela escudriña la narradora y le desvelan una historia desconocida a cuyo lado ha vivido-. Su historia es la historia de mucha gente: veracidad y verosimilitud a un tiempo.

Decía que La soledad de la higuera es, al menos para mí, una novela valiosa por su ambición literaria -tiene una forma narrativa muy ágil, con escenarios y tiempos muy distintos y bien recreados y con giros populares que son algo más que pinceladas castizas y que al menos a mí me resultan gratos- y por los asuntos que pone la autora en la escena de papel: los dramas y tristezas del tiempo de la Guerra Civil y el franquismo, y los horrores del presente -la trata de mujeres, sus trastiendas mafiosas y los crímenes impunes que muchas veces les acompañan- ante los que se pasa mirando para otro lado porque es demasiado sórdido.

Ese es algo más que un runrún que nos lleva a la frontera y a las mafias que bordonean desde hace muchos años a su alrededor: uniformados, “transportistas” de fariña, crímenes, desapariciones y mucho silencio, mucha omertá, mucha: “De eso no se va a saber nada, ya verás”. Lo he oído muchas veces. ¿Novela negra La soledad de la higuera? En cierto modo sí, pero esta es una negrura distinta al juego detectivesco convencional que da en la crónica de una época, bien negra esta. Pesquisa hay en la novela de Maite Sota pero va orientada a la denuncia de lo intolerable. Hace muchos años que dije que solo novelas negras e incómodas pueden denunciar de manera eficaz las infamias que se perpetran al amparo de las mafias que implican a funcionarios policiales y que desaparecen al poco de hacerse público alguno de sus desmanes: blanqueo de dinero, narcotráfico, extorsiones y no precisamente cometidas por “extranjeros”, trata de personas? Hay demasiado dinero en juego para que ese negocio sea solo un asunto marginal o materia novelesca de moderno folletín. Esa es una llaga social viva y en ella hurga Maite Sota con valentía y mucha ambición literaria. El viaje lector vale la pena.