La campaña municipal y foral en la Comunidad Autónoma Vasca, al Parlamento también en Nafarroa, y para todos, además, europea ha terminado por colisionar de manera gráfica con las generales celebradas el pasado 28 de abril. A solo cuatro días de que tengamos que decidir alcaldes, diputados y presidencia navarra, el foco mediático lamentablemente ha vuelto al Congreso de los Diputados, que se ha convertido en el epicentro de nuevos bochornosos espectáculos regados de sobreactuación y que promete más fascículos que aquella enciclopedia que, antaño, se vendían puerta a puerta y no terminaban nunca.

Y, si por si fuera poco el gallinero en el que muchos se empeñan en convertir a la principal institución de la representación ciudadana del Estado, ahora se suma el quién, cómo y cuándo debe decidir la suspensión de los derechos de los políticos catalanes presos que fueron elegidos el 28-A por dos de los cuatro millones de ciudadanos y ciudadanas que fueron a las urnas en Catalunya. Me parece interesante no olvidar las cifras de a quienes representan Oriol Junqueras, Josep Rull, Jordi Turull, Jordi Sànchez y Raül Romeva, para no perder la perspectiva de lo que está en liza.

Quizás el sarcasmo y la ironía que tan bien manejaba el recién fallecido y ya inolvidable Eduard Punset podría hacernos entender cómo se puede abrir un melón de tamaña dimensión -el que se hayan podido presentar a las elecciones- para ahora no saber qué hacer con su futuro político. Si esta es la legislatura del mojarse por el modelo territorial de Estado que se quiere, mal empezamos, habida cuenta, también, de la salida por la tangente de la nueva presidenta de la Cámara baja, Meritxell Batet, al considerar que es el Supremo el competente para dirimir la cuestión. Judicialización de la política elevada al cuadrado.

Faltan tres días para el 26-M y temo que nos quedan nuevamente horas de ruido, mucho ruido e incontinencia verbal congelada en parte por el resultado del 28-A, pero azuzada de nuevo en la constitución del Congreso. Vox, dice, teme terminar en el gallinero que se ha ganado a pulso y en el que también deberían acabar otras y otros tantos dirigentes ajenos en siglas al partido de Santiago Abascal, pero cercanos en ideas. Les recomiendo que modulen la frecuencia cuando escuchen ese ruido para escuchar con claridad lo que nos dicen los partidos políticos de cara a nuestra gestión más cercana los próximos cuatro años.