COMO cantaban los Mecano hace treinta años, Donald Trump exige al Congreso de los Estados Unidos que no le mire, que no se ha puesto el maquillaje. Hay que echarle rostro para convertir el discurso del estado de la Unión, que se supone es la radiografía de las necesidades y preocupaciones de los norteamericanos, en una exigencia de impunidad. Trump exige que no se le investigue más si no quieren tener una continua parálisis de la acción del gobierno. El presidente es capaz de hacer de su obstruccionismo un argumento electoral. Y es capaz de que le crean.