LOS resultados de las elecciones italianas, con triunfo (32,6%) del Movimiento 5 Estrellas (M5E) de Luigi Di Maio pero mayoría de la coalición de derechas entre Forza Italia de Silvio Berlusconi y la otrora Liga Norte (ahora Liga) de Matteo Salvini, quienes junto a otras fuerzas menores suman el 37,2% de los votos, dibujan un horizonte de suma dificultad para la configuración de un gobierno que precisa de coaliciones impensables si se pretende una mínima estabilidad. Ahora bien, dicha pretensión no sería inconveniente para que el presidente Sergio Mattarella encargue la formación de ejecutivo, toda vez que no ha sido imprescindible en un país que ha tenido 66 gobiernos en las últimas siete décadas, de los que únicamente seis han superado los dos años, y en el que solo en la última legislatura 208 diputados y 104 senadores han cambiado de grupo parlamentario. Así que la relativa sorpresa del triunfo del M5E, del sorpasso de la Liga a Forza Italia y de la derrota del PD de Matteo Renzi, con apenas el 23%, casi la mitad del apoyo que tenía solo hace tres años en las elecciones europeas, confirman sobre todo el castigo del votante italiano a los partidos llamados tradicionales o de gobierno y una polarización hacia los extremos que supone otro síntoma de los profundos cambios políticos que poco a poco se asoman a Europa. Que las dos formaciones que podrían aspirar a liderar el gobierno italiano, M5E y la Liga, ya que ha sido la primera fuerza de la coalición, superando a Forza Italia, se muestren -o se hayan mostrado- netamente críticas con el proyecto europeo es más un síntoma que una advertencia. Esta ya se había dado en Francia, donde sólo el sistema electoral a dos vueltas permitió eludir la deslegitimación de los partidos tradicionales y trasladar a la novedad de Emmanuel Macron la responsabilidad de sostener el europeismo y detener el auge del populismo de derecha con Marine Le Pen y de la izquierda extrema encabezada por Jean-Luc Melenchon. También en Alemania, donde ha sido precisa una dificilísima reedición de la Grosse Koalition (CDU de Angela Merkel y SPD de Martin Schulz) para evitar una repetición electoral que amenazaba con impulsar a la derecha xenófoba y antieuropea del AfD y a la izquierda crítica con la UE de Die Linke. Y Alemania, Francia e Italia son las tres primeras economías y los tres países con más población de la Unión Europea.
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