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Ecología y megaproyectos

EL caso de Bilbao se repite, entre muchos otros lugares, en Sídney, Hong Kong y Abu Dabi con elementos específicos propios, en particular los problemas ecológicos y de sostenibilidad medioambiental que se han venido presentando durante la construcción de megaproyectos en esas urbes.

Tanto el proyecto West Kowloon Cultural District (WKCD), de Hong Kong, como el Guggenheim Abu Dabi atrajeron críticas significativas ya durante su fase de diseño. Se mencionó que la arquitectura icónica ha dejado de ser el discurso visual hegemónico en la revitalización urbana; también que el modelo de franquicia impuesto por el Guggenheim (en el caso de Abu Dabi) significa que los líderes locales no tienen autonomía para tomar decisiones importantes en materia de calendarios de exposiciones, presupuestos e inversiones; y, finalmente, que las identidades culturales locales son generalmente descuidadas bajo un modelo de arte global gestionado desde fuera.

Además, los impactos medioambientales de los proyectos han sido significativos en ambos casos y también en Sydney. El proyecto de Abu Dabi también ha sido objeto de controversia en torno a los derechos de los trabajadores y las condiciones laborales. El WKCD de Hong Kong reproduce todas las controversias asociadas con los megaproyectos icónicos: los excesos de costes, los impactos medioambientales negativos, los riesgos de gentrificación, los inconvenientes de la ingeniería cultural elitista, el descuido de las identidades culturales locales y la incertidumbre respecto a su éxito económico. La visibilidad que persigue la construcción de megaproyectos puede no tener un impacto significativo más allá de una urbe determinada y muchas veces los beneficios logrados tienden a favorecer los intereses comerciales locales-regionales y los intereses de las élites políticas y económicas, en lugar de beneficiar a la mayoría de la población, como ha demostrado la urbanista Susan Fainstein.

En Sídney, la Villa Olímpica de los juegos de 2000 se construyó en la bahía de Homebush, donde las plantas químicas que había anteriormente arrojaban una gran cantidad de desechos al suelo: dioxinas y productos químicos producidos por Union Carbide Operations. De 1907 a 1988, este sitio albergó los Mataderos del Estado y la Fábrica de Ladrillos del Estado, que incluía una cantera de arcilla y esquistos. A mediados de la década de 1980, cuando las fábricas de ladrillos y los mataderos se encontraban al final de su vida útil, el área fue designada para su reurbanización (un caso típico de revitalización de un brownfield). En consecuencia, el área estaba rodeada de plantas químicas, terminales de combustible, productos derivados del petróleo, una refinería de petróleo y una prisión. Otros espacios en la misma zona han sido utilizados por distintas industrias para el vertido de desechos.

Para remediar la situación, el proceso de limpieza implicaba tratar o eliminar el suelo contaminado. El Consejo de Medio Ambiente y Conservación de Australia y Nueva Zelanda (Anzecc) y el Consejo Nacional de Salud e Investigación Médica (NHMC) proporcionaron directrices para tratar los sitios contaminados. Estas agencias aconsejaron el tratamiento del suelo in situ, pero la estrategia adoptada para la bahía de Homebush se limitó a la remoción del suelo contaminado a otro área más contaminada con el fin de habilitar espacio para el desarrollo de las instalaciones de los juegos. La estrategia para rehabilitar el área fue simplemente mover el problema a otra parte.

Por otro lado, cuando Sídney presentó su candidatura para los Juegos Olímpicos de 2000, el diseño de Greenpeace Australia de un parque olímpico verde fue elegido como uno de los cinco ganadores e influyó en las directrices para la Villa Olímpica. Sin embargo, a pesar de que un Panel de Asesoría Ambiental fue establecido como uno de los seis paneles de asesoramiento para los organizadores de los juegos, más tarde se disolvió y su reemplazo aparentemente carecía de legitimidad suficiente para involucrarse a un nivel creíble. Las directrices ecológicas establecidas por el comité ambiental fueron debilitadas por el Comité Olímpico australiano con el fin de hacerlas más factibles y sencillas y ello obstaculizó la adopción de objetivos de evaluación fiables que pudieran tener algún impacto.

En Abu Dabi, con el fin de acomodar el nuevo Museo Guggenheim (inaugurado en 2017), junto con el Louvre y un Centro de Artes Escénicas, se han removido y recuperado grandes extensiones de tierra y se ha construido un rompeolas en el área de Al Saadiyat, la isla que conforma el nuevo distrito cultural de la ciudad. Con frecuencia, los rompeolas estancan el flujo oceánico y causan problemas medioambientales. Cuando el flujo se estanca, ni los desechos ni los nutrientes pueden fluir fuera del área inmediatamente próxima, y ello habitualmente deteriora la calidad del medio ambiente a lo largo de la costa. Los niveles de turbidez y sedimentación a lo largo de las costas de la isla de Saadiyat también han aumentado (lo dicen los ecólogos y oceanógrafos locales) y ello está dañando aún más la vida acuática.

Las actividades de dragado han afectado adversamente a las comunidades marinas sensibles, incluidos los manglares, las hierbas marinas y las comunidades de coral de la zona. Es probable que los manglares ubicados dentro de los límites de las áreas de recuperación en Al Saadiyat sufran tanto por la recuperación de tierras como por el dragado. Tanto los manglares como las hierbas marinas son muy sensibles a la salinidad y a la acidez del agua circundante, mientras que las comunidades de coral son muy sensibles a la carga de sedimentos en las aguas superficiales. Las superficies impermeables, como las carreteras, transportan mezclas de agua que contienen contaminantes; estas aguas finalmente se descargan en las aguas costeras, con el evidente perjuicio a las comunidades de coral y a la biodiversidad marina.

Por su parte, en Hong Kong el West Kowloon Cultural District (WKCD) se ha venido construyendo mediante la recuperación de tierras (unas cuarenta hectáreas) en la Bahía de Victoria. De acuerdo con los informes de la autoridad coordinadora del WKCD, durante la fase de construcción se produjeron escurrimientos de aguas en el sitio de construcción, descarga de aguas subterráneas bombeadas, desvíos de drenaje, efluentes cloacales y derrames accidentales que contenían altos niveles de sólidos suspendidos y productos químicos como aceites, disolventes y materiales derivados del cemento.

El proceso de dragado es necesario para eliminar los cimientos inadecuados y reemplazarlos con grandes volúmenes de arena dragada, lo que agrava la contaminación del agua. El dragado afectó al ecosistema marino en torno a Hong Kong, que depende de las plantas para el sustento. También se produjo una pérdida de organismos que se alimentan por filtración: las vieiras, los mejillones y las ostras, que son esenciales para el tradicional negocio hongkonés de la pesca. Hay evidencia de que los delfines blancos chinos, especie en peligro de extinción exclusiva de Hong Kong, están amenazados debido a los materiales provenientes de los dragados. Solo quedan 85 delfines rosados ??chinos de los 300 originales, y no se espera que muchos de los que quedan puedan sobrevivir.

Durante la construcción preparatoria para el WKCD, las actividades de excavación, el movimiento de vehículos, el procesamiento de cemento y las operaciones de carga y descarga empeoraron la ya deficiente calidad del aire en el área. Las carreteras adicionales y los aparcamientos en el WKCD también están afectando la calidad del aire que rodea la zona. Cuando el WKCD esté plenamente operativo, es muy probable que la contaminación resultante por la congestión del tráfico agravará el problema existente de contaminación del aire.

La evidencia de los tres casos comentados en este artículo sugiere que queda mucho por hacer para reconciliar el desarrollo urbano con la ecología. Contamos con que la gobernanza urbana y regional decida adelantarse, como en tantos otros aspectos, a la iniciativa de los gobiernos nacionales en material de sostenibilidad medioambiental. Déjenme terminar diciendo que creo más factible construir ciudades y regiones verdes que esperar a que un “capitalismo global verde” difícilmente concebible contribuya a aliviar el oscuro horizonte planetario que tenemos por delante.