EN Euskadi se presentan varias celebraciones. Voy a referirme a cuatro crónicas que permiten ver el poder de la conexión ante hechos y situaciones que aparentemente se mueven con ritmos y respuestas diferentes, pero que terminan encontrándose en los caminos por donde se desplazan siguiendo rutas similares. Estamos ante el poder de la conectividad.
La primera crónica detecta que hay una campaña que transforma el Basque Country 4.0 en el espacio de la tecnología. El mundo se mueve y el País Vasco quiere estar en la cuarta revolución industrial. Se escuchan voces que citan la creación de miles de empleos promovidos desde agentes y agencias coordinadas por el Gobierno vasco. Se conocen las intenciones y las palabras bienintencionadas, con lo que juzgar iniciativas es apresurado, pero a estas alturas se sabe que “querer no es poder” y las iniciativas de este tipo tienen un elevado grado de complejidad que con frecuencia superan la barrera de las buenas intenciones.
La cuarta revolución industrial aúna el poder tecnológico de la industria 4.0 y la fabricación avanzada con la cuestión del empleo, las mutaciones generacionales, nuevas formas de desigualdad, estilos de vida y valores para vincularse a estas realidades, la formación y cualificación sociotécnica y cómo encontrar acomodo a los cambios demográficos. Los hechos citados no son el sumario general sino algunas breves notas sobre cómo el poder de la tecnología promueve y sostiene la revolución digital, pero cómo a la vez se asiste a los cambios estructurales que afectan a las dimensiones citadas. La tecnología no se explica por la tecnología, ni la revolución digital es solo transformación tecnológica. En un reciente estudio, Anna Lee Saxenian escribe sobre Silicón Valley y dice lo siguiente: “A Silicón Valley lo amenazan menos que la competencia extranjera las décadas de desatención al desarrollo colectivo social y humano que sostiene su éxito económico. A medida que la región va superando la actual crisis económica, la ausencia de inversión en infraestructura local, agresivos recortes en la financiación de la educación pública y de otros servicios del gobierno, y el alza del coste de la vida están contribuyendo a una sociedad de creciente desigualdad”.
La cuestión que plantea Jeremy Rifkin es inevitable. Nos hallamos frente a un cambio de proporciones colosales en el mundo laboral; son las TIC, la informática, la automatización, el manejo de grandes datos -big data-, los algoritmos y la IA -inteligencia artificial- que conforman el Internet de las Cosas las que reducen casi a cero los costes marginales de personal en la producción. De no suceder un imprevisto, “a medida que nos vayamos adentrando en el siglo XXI, una parte cada vez mayor de la actividad económica productiva de la sociedad estará en manos de una tecnología inteligente supervisada por grupos pequeños de profesionales y técnicos muy cualificados”. La sustitución de asalariados por tecnologías inteligentes altera el funcionamiento del sistema económico. Se teme lo que ocurrirá si la productividad reduce -de facto ya lo está haciendo- la necesidad del trabajo humano a causa de las divergencias entre productividad, competitividad y empleo. Estamos en este proceso pero no está claro cómo enfrentarse a él.
Habrá que ver cómo lo hace el Plan que anuncia el Gobierno vasco. Se sabe que la división social de la era digital tiene, al menos, dos cortes: uno, tener o no empleo; dos, trabajar sí pero ¿en qué profesión? ¿Con qué contenido? ¿En qué empresa?, en circunstancias en las que el crecimiento económico no se traslada, al menos no de forma inmediata, a la creación de empleos. Crecer, crear riqueza, incrementar el PIB... no son sinónimos de empleo remunerado estable con alto valor añadido cuando no todos los ciudadanos alcanzan el tipo de formación requerida para formar parte de la población favorecida por la revolución digital. Los cálculos empíricos dicen que el 20-25% de la población activa entra en la categoría de trabajadores formados y protegidos. El talento no es el bien asequible para todos, con lo que los problemas laborales no están solo entre estos sujetos, sino sobre todo entre los que no tienen la cualificación sociotécnica requerida: trabajadores sobre todo del sector servicios con empleos temporales, poco cualificados, de salarios bajos sometidos a los vaivenes de la coyuntura.
Los paisajes sociales del Basque Contry 4.0 ni pueden ni deben ocultar la existencia de otras sociedades que viven dentro de la beneficiada por el cambio tecnológico, formadas por personas con menos expectativas laborales, bajos salarios y amenazas de desempleo. Los procesos industriales y empresariales, del tipo que sean e independientemente del carácter que adopten, no obedecen solo al imperativo tecnológico; necesitan conocimiento social, promover cultura, valores, normas de acción, reglas e instituciones donde desenvolverse.
La tercera crónica mira el acuerdo presupuestario que tiñe de optimismo la acción del Gobierno vasco. Los tres partidos firmantes: PNV, PSE y PP, erigen la bajada del impuesto de sociedades en la bandera de un nuevo proceso de modernización empresarial porque promoverá la competitividad y la subida de la recaudación. La propuesta es llamativa: bajar el porcentaje del impuesto de sociedades que sostiene el empresariado para subir la recaudación y crear condiciones objetivas que promuevan incrementos salariales. Habrá que ver si se cumplen las previsiones, el cielo está plagado de caminos y veredas sinuosas y empedradas. La sociología fiscal y el trabajo sobre el impuesto son dos caminos tortuosos plagados de medias verdades, en ocasiones con poca transparencia argumentativa y datos que segregan creatividad financiera.
No está ocurriendo lo mismo con el cuarto hecho; la aprobación del Concierto y el Cupo por las Cortes españolas. Algo desencajado descubro que, según aducen algunas voces, lo que parecía el producto del pacto constitucional no está claro que esté avalado -tal y como se plantea- por la Constitución o, si lo está, no en la parte que gusta más del ordenamiento básico de la convivencia territorial española. Se escuchan argumentos -Ciudadanos ha sido el vocero- que tildan al Concierto y al Cupo de figuras retrógradas y confusas en sus fundamentos. Algunos expertos en financiación autonómica dictaminan que la Comunidad Autónoma Vasca paga a la hacienda del Estado menos de lo que debiera, que ni los servicios directos que presta el Estado ni el IVA diferido están bien calculados o, peor aún, las cifras son producto del hechizo que la clase política vasca emplea para ganar voluntades en Madrid, apoyando al partido en el Gobierno, ahora el PP, antes el PSOE. Lo que molesta puede sintetizarse de la siguiente manera: por un lado, la poca transparencia en el cálculo del Cupo conduce a que la CAV pague menos al común y al fondo de solidaridad del Estado de lo que debiera y, en consecuencia, otras comunidades salgan perjudicadas; por otro, la fundamentación legal constitucional de ambas figuras, Concierto y Cupo, como si el ordenamiento constitucional hubiese traicionado la Constitución, es decir, la Constitución contra la Constitución, el Estado frente a sí olvidando las obligaciones y permitiendo que España sea cortijo controlado por los vascos.
La argumentación puede ser interesada, pero las cuestiones citadas componen uno de los suelos posibles de la revisión constitucional y, si esto ocurriese, el orden autonómico vasco, construido con paciencia y responsabilidad, puede ser uno de los espacios de confrontación donde la dinámica centro-periferia encuentre energía para abrir un conflicto de incierto resultado. La lluvia de argumentos se asocia con una alianza extraña entre sectores políticos de izquierda (hasta el momento Compromis y algunos barones socialistas) y derecha (Ciudadanos), con voces académicas que ven la oportunidad de ordenar aquello, que, según ellos, está desordenado.
La cuarta revolución industrial que se anuncia demuestra que la innovación tecnológica, a veces aislada de otras variables, de lo que habla es de aquello que no está escrito en el plan Basque Country 4.0: qué hacemos con las transformaciones del sentido, el carácter, la cantidad y cualidad de los empleos, cómo se aborda la desigualdad que provoca, cómo emplazar y diagnosticar los contextos que condicionan el desarrollo del plan: el poder de la demografía, la cualificación educativa y los valores que vinculan procesos, producto, tecnología, sociedad y estilos de vida con la globalización y la internacionalización de los mercados. Están también abiertos y sometidos a discusión, el marco político, la organización territorial del Estado y la discusión alrededor de cómo hacer viable el sistema institucional. Los planes basados en el Poder 4.0 necesitan incorporar en sus fundamentos conocimiento social y poder político. La tecnología es el instrumento pero ella no tiene las respuestas.