El hábito no hace al monje
a mí toda esta resaca de la constitución del Congreso de los Diputados me suena a los llamados posados robados que inundan la prensa del corazón. Uno hace como que no quiere salir en portada aunque en realidad es por lo que trabaja. Si Carolina Bescansa fue con su bebé al hemiciclo, lo hizo para salir en la tele cuando Diego era acunado por media bancada; idéntico objetivo que tuvo la fanfarria valenciana, la llegada en bicicleta o el variado catálogo de fórmulas que sus señorías de Podemos emplearon para prometer el cargo.
Es legítimo y no debe escandalizar a nadie. La comunicación política no son solo discursos larguísimos y debates más o menos encorsetados. Las formas ayudan a transmitir el mensaje y Podemos es una formación criada en los platós por lo que lo visto era previsible. Otra cosa es que tras la fachada no hubiera discurso, pero sería muy osado aventurarlo cuando todavía no les ha dado tiempo ni a coger postura en el recién estrenado sillón.
Pero hecha la performace con fines propagandísticos (dicho sin ánimo peyorativo) llega el momento de analizarlo, de poder hablar de ello, de no hacerlo, de criticarlo o alabarlo. Porque se trataba de eso, de una cuidada puesta en escena que transmitía un mensaje político que venía a decir que desde que Podemos se sienta en la Cámara, ha llegado “la gente”. La expresión más empleada en el estreno de la formación morada ha sido precisamente “nunca más un país sin su gente”, como si los que estaban antes, y los que siguen estando pero no son de Podemos, fueran extraterrestres.
Lo que gana Podemos en frescura estética lo va perdiendo en ese discurso encorsetado y con carencia democrática que identifica a Podemos con “la gente” y el resto vaya usted a saber qué puñetas son: marcianos y ¡hasta de derechas! Cualquier cosa, pero no “la gente”. Me da la sensación de que la estrategia de los dirigentes de los que se ha rodeado Pablo Iglesias (él diseñó su grupo parlamentario) es mantener la tensión electoral, como si las urnas no hubieran puesto a cada uno en su justa medida de apoyo popular.
Espero que la sabiduría popular vuelva a ratificar que “el hábito no hace al monje” y que tras las poses, que no son ni mucho menos exclusivas de Podemos (¿acaso no es una pose estrenar traje y corbata como si uno fuera a la primera comunión?), llegue el debate político. Ya hay experiencia en Aragón, Valencia, Extremadura, Castilla La Mancha, Baleares o Cantabria, amén de Nafarroa. Gobiernos alternativos al PP, con fórmulas variadas que deberían explorarse ahora también. No hay más que escuchar a Rivera, a quien cada día se le pone cara de más asustado, para darse cuenta de cuál es la vía que deben seguir quienes ofrecieron a sus votantes una opción de cambio.
También ese aire se respira en Euskadi y lo acredita el último sondeo que dio a conocer el Gobierno vasco. Con los resultados cosechados en nuestras circunscripciones el 20-D a nadie debe extrañar que la ciudadanía se decante de manera mayoritaria por un acuerdo PSOE-Podemos con apoyo de PNV. Por cierto, que esa fórmula abriría también un escenario muy interesante para la política vasca en un año electoral.