LA huelga general convocada para ayer por los sindicatos que conforman una amplia mayoría sindical en Hegoalde, la octava desde el inicio de la crisis económica, ha vuelto a hacer patente el agotamiento social ante una herramienta de reivindicación reiterativa que, sin embargo, no ofrece resultados frente a políticas que limitan derechos y cercenan servicios. Y esto, más allá de la realidad de las muy diferentes cifras sobre el seguimiento aportadas por las centrales convocantes o la patronal, debe llevar a la reflexión al ámbito sindical por cuanto adolece de serios problemas para arrastrar con sus convocatorias a esa amplísima mayoría social que sin embargo coincide en su crítica a las políticas que se vienen aplicando so pretexto de la crisis. En ese sentido, cabe plantear que el cambio que exigen las centrales se traslade asimismo a una acción sindical que en raras ocasiones logra la unidad y que corre serio riesgo de confundir la deslegitimación de las políticas derivadas de una situación económica global con la deslegitimación de los representantes políticos elegidos por la sociedad incluso cuando estos nada o poco tienen que ver con la aplicación de aquellas medidas y gozan por el contrario de un respaldo mucho más amplio del que vienen obteniendo las llamadas a la huelga general. Así, lo mismo que es exigible a los empresarios la responsabilidad social que les atañe más allá del mero cálculo de beneficios y la recuperación del modelo de relaciones laborales que tradicionalmente ha identificado y distinguido a Euskadi colaborando a su éxito económico, también es preciso demandar esa misma responsabilidad de los líderes sindicales, cuyo cálculo del interés general resulta muchas veces mediatizado por otros que poco o nada tienen que ver en primer término con la superación de los efectos de la crisis en la parte más amplia de la pirámide social y laboral. De que los sindicatos lo comprendan y sean capaces de actualizar su relación con la sociedad evitando posiciones maximalistas que no contribuyen a solucionar problemas y, al tiempo y sin merma de su capacidad de presión, diseccionen los ámbitos de actuación y no se arroguen una representatividad política de la que carecen va a depender la efectividad de una imprescindible acción sindical y, por tanto, su futuro a medio plazo.