EL escaso triunfo de Nicolás Maduro, candidato oficialista y designado sucesor por Hugo Chávez, en las elecciones presidenciales venezolanas del domingo ha dado pie a las especulaciones sobre presuntas irregularidades que, sin embargo, surgen desde la oposición que lidera Henrique Capriles y por el momento sin el refrendo de los observadores internacionales. Esa agitación de la sospecha, en cualquier caso, se razona probablemente en el intento de Capriles de reforzar la unidad opositora bajo su ahora indiscutido liderazgo al tiempo que intensifica el deterioro de imagen -y la legitimidad- de quien en principio debería liderar al chavismo durante los próximos años; pero pensando en las legislativas de 2015 y en lograr una ahora muy posible mayoría en la Asamblea Nacional que llevaría a recortar el mandato que Maduro inicia. Demostrado que el chavismo no es igual sin Chávez y que su sucesor no es el hombre capaz de recoger su legado y arrastrar como aquel a los venezolanos que se sintieron excluidos durante las cuatro décadas de alternancia -desde Bentacourt al segundo mandato de Caldera- y perjudicados por la crisis y la corrupción que marcó al país en los 80, especialmente bajo la presidencia de Lusinchi; las propias prisas por proclamar presidente a Maduro no son sino reflejo de debilidad -que tampoco es ajena a las reticencias que su figura provoca en sectores del ejército venezolano- y, más importante aún, del temor chavista tras el incremento de apoyos del bloque de Capriles (más 700.000 votos), que se ha situado a solo 234.935 de distancia en unos comicios que han movilizado a 15 millones de votantes, logrando por primera vez que la oposición supere los siete millones de sufragios. Así, aun siendo más que improbable que el Consejo Nacional Electoral venezolano estime las denuncias que Capriles esgrime y contabiliza en hasta 3.200 irregularidades diferentes, mucho menos que se comprueben en volumen suficiente como para provocar un vuelco electoral; lo cierto es que incidir en ellas refuerza la sensación de que el resultado ha sido ajustado y de que las presidenciales del domingo son un punto de inflexión, además de permitir a la oposición un severo cuestionamiento del chavismo durante dos años en los que la realidad del país tampoco contribuirá a ayudar a Maduro.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
