EL terrible incendio desatado en la madrugada de ayer en el casco viejo de Bermeo, que afortunadamente no parece haber causado víctimas mortales pese a haber derruido tres edificios, dañado gravemente cuatro y afectado a cinco más; ha vuelto a poner a prueba la ya anteriormente contrastada capacidad de respuesta de la sociedad vasca, tanto a nivel institucional como ciudadano, ante circunstancias de extrema dificultad. Más allá de opiniones puntuales y detalles de atención achacables respectivamente al nerviosismo propio de la situación y al fragor y el peligro del incendio, que otorgaba prioridad absoluta al control de las llamas cuando estas amenazaban más allá de la calle Nardiz tar Jon en la que se originó; tanto la actuación de los equipos de bomberos, con más de quince vehículos y cuarenta efectivos, como la de los distintos servicios de protección civil en el desalojo y atención de los vecinos impidió no solo la propagación de las llamas en un área muy complicada para los trabajos de extinción -calles estrechas, edificios antiguos, muchos vacíos, con estructura de madera...- y en un ambiente nada propicio -en mitad de la madrugada, con fuerte viento del sur y hasta un 50% de humedad-, sino que facilitó las diligencias para atender posteriormente a los vecinos afectados. Y es en ese ámbito de la atención y la solidaridad en el que la desgracia ha vuelto a dar pie al contraste de la capacidad, también de los recursos, que posee la sociedad vasca para plantar cara a las adversidades. En primer lugar, por las mismas instituciones que, en todos sus niveles, han colaborado desde un primer momento para ofrecer soluciones inmediatas (los locales de acogida desde ayer mismo para los afectados) y para el medio-largo plazo (los hasta 75 pisos que la Diputación habilitará para quienes hayan perdido su vivienda) y atención profesional individualizada a quien pudiera necesitarla. Y, por supuesto, la implicación de los propios vecinos de Bermeo, acompañando a afectados, ayudando y facilitando las labores de los equipos profesionales, proporcionando comida y cobijo... Ignorar todo ello sería injusto. Pero esa respuesta a la catástrofe no debe obviar la pertinente investigación que debe proporcionar una segunda, la del origen del incendio para evitar la repetición de un suceso que apenas tiene precedentes de similar dimensión en las últimas décadas.