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Ares y la impunidad

Adivina adivinanza: ¿en qué remota república bananera el ministro del Interior tiene la desfachatez de utilizar la tribuna del Parlamento para hacer público alarde de la impunidad con que cuenta la policía, y utilizarla además para arremeter contra un comedido informe del defensor del pueblo? Impunidad, sí (según el DRAE: Falta de castigo). Porque, señor Ares, de las 103 personas cuyos partes médicos han sido examinados por el Ararteko -por cierto, casi todos ellos por lesiones causadas en la mañana del 21 de septiembre, es decir, 60 horas antes de las imágenes de cientos de contenedores ardiendo en la tarde-noche del viernes 23; otra adivinanza: ¿la actuación de la Ertzain-tza a) respondió a, b) sofocó, c) agravó, o d) provocó los incidentes en Rekalde?-, 23 personas presentaron denuncia en el juzgado días después, y en otros 29 casos el procedimiento se inició de oficio tras el envío de los partes judiciales por los propios servicios de urgencias de Osakidetza. 52 procesos judiciales, en total. ¿Resultado? Efectivamente, tal y como se vanagloria el señor Ares, hasta la fecha ningún ertzaina ha sido sancionado y la mayoría de esas denuncias han sido archivadas, pero no porque los jueces no apreciaran indicios de delito, sino porque la Ertzaintza "no ha sido capaz" de identificar a sus autores, que actuaron encapuchados y sin ningún tipo de número o identificativo en sus uniformes, una de las tantas recomendaciones del Ararteko que a día de hoy siguen sin ser atendidas.

La consecuencia de esa "incapacidad selectiva" de nuestra policía -selectiva, porque como veremos en los próximos meses la Ertzaintza sí que se mostrará muy pero que muy eficaz a la hora de identificar y acusar a los jóvenes que participaron en las protestas- es una "falta de castigo" (léase impunidad) que tarde o temprano termina por traducirse en sucesos tan dolorosos como la muerte de Iñigo Cabacas. Si, por poner un ejemplo, el agente que destrozó de un pelotazo la mandíbula a una joven en Rekalde hubiese sido objeto de sanción o al menos de investigación, tal vez la muerte de Iñigo podría haberse evitado. O dicho de otro modo, mientras consejeros de Interior como el señor Ares se empeñen una y otra vez en justificar, proteger y encubrir a los autores de estos hechos, transmitiendo a los agentes de la Ertzain-tza un claro mensaje de que, hagan lo que hagan, no recibirán ningún tipo de castigo, mucho nos tememos que en el futuro tendremos más "infortunados accidentes" que lamentar.