TRAS largos, muy largos, años en los que ETA ha utilizado a sus presos como un frío elemento más de su alocada estrategia, parece que en los últimos tiempos la propia organización armada se ha dado cuenta de que quienes están privados de libertad, además de reclusos, también son personas. De ser el último asunto a tratar en todos los intentos fracasados de solución de la historia reciente, el colectivo de presos se ha convertido en la máxima urgencia para la propia banda y para la izquierda abertzale. Desde el punto de vista humano el giro es loable, aunque, como todo en ETA, llega tarde. La actividad violenta de la organización armada ha truncado muchas vidas; esperanzas, ilusiones, proyectos que han quedado sepultados bajo una lápida o entre las rejas de una prisión. El futuro abierto tras la renuncia unilateral y voluntaria de ETA a la violencia requiere un nuevo escenario también para este amplio colectivo de personas. El nuevo tiempo, siempre con la ley en la mano, debe ser para todos. También para los presos. El documento que hoy recoge este periódico refleja las líneas maestras que la banda ha dibujado para sus miembros encarcelados. En su etérea prosa todavía continúan expresiones propias de otros tiempos, tan equivocadas entonces como ahora. Pretender soluciones globales, posturas maximalistas, rechazar los beneficios penitenciarios y, en suma, tratar de reducir a los presos a meras marionetas que hacen y dicen lo que otros han decidido que digan y hagan no conduce a nada, como ha quedado demostrado. El Gobierno de Rajoy, enfrascado en los asuntos económicos derivados de la crisis, ha pedido en privado tiempo y cierta tranquilidad para afrontar esta delicada cuestión. La excepcionalidad que han sufrido estas personas y familiares -con el cumplimiento de sus condenas en cárceles alejadas de Euskadi, con reclusos que según la ley ya deberían estar en la calle y siguen encerrados, sin excarcelar a los enfermos...- debe dejar paso a la normalidad que prevé el marco legal. Resulta llamativo el nuevo concepto de amnistía que parece haber acuñado ese mundo, una vez que ha interiorizado que el concepto clásico se escapa, por imposible e injusto. "Amnistía quiere decir superar las razones para ser preso y refugiado... Entendemos la amnistía desde un punto de vista dinámico como un camino para traer a casa a los presos y a los refugiados en diferentes pasos o de un modelo escalonado...". El escrito que hoy publica DEIA también alude a la necesidad de que los presos se conviertan en un agente político. Los reclusos de ETA, al igual que determinados colectivos de víctimas, no pueden erigirse en un agente político de nada ni de nadie. La representación política de la sociedad corresponde a los partidos y a sus representantes, los únicos elegidos por la sociedad en unas elecciones.