LOS desbordamientos de los ríos Kadagua, Nerbioi, Butrón, Barbadun, Gobela... y las situaciones de angustia y alarma creadas por los efectos de las intensas pero no inesperadas lluvias que han venido afectando a la cornisa cantábrica, y ayer especialmente a Bizkaia, no pueden analizarse simplemente desde la óptica determinista de quien se encoge de hombros ante la fuerza de la naturaleza y los fenómenos meteorológicos. Menos si éstos no son del todo extraordinarios, siguen patrones periódicos y repiten lugares y situaciones. No se trata, además, de un problema de prevención meteorológica. Hoy en día existen métodos y pautas suficientes como para prever y advertir de las inclemencias con el margen necesario y, en su caso, medios para paliar las consecuencias de las mismas. Pero la realidad dice que desde aquellas dramáticas inundaciones que asolaron Bilbao y Bizkaia en agosto de 1983 y hasta ayer en los territorios históricos de Bizkaia y Gipuzkoa se han producido una veintena de situaciones de inundación de diversa importancia, lo que da una media de inundación cada año y medio, con niveles de precipitación que en décadas anteriores no afectaban de igual modo. El origen, por tanto, hay que buscarlo de nuevo en el hombre y en la despreocupación con que muchas veces actúa sobre lo que la naturaleza ha elaborado lentamente durante siglos y, sobre todo, en la dejadez a la hora de planear, al mismo tiempo que dichas actuaciones, medidas correctoras suficientes frente al efecto que las mismas, combinadas con condiciones meteorológicas previsibles, pueden provocar. Esa desidia hidrológica, ya que del agua y sus cauces se trata, se evidencia, por ejemplo, en el retraso inexplicable que ha venido sufriendo el proyecto de protección contra las inundaciones en la ría de Bilbao, largamente exigido y que el Gobierno español se comprometió a elaborar en el acuerdo presupuestario de 2007 pero aún hoy inexistente. Y también se manifiesta en la inexplicable paralización que las obras de encauzamiento y ensanchamiento del río Gobela han sufrido durante trece meses cuando, después de las inundaciones que anegaron viviendas y bajos de Getxo el 1 de junio de 2008, vecinos, Ayuntamiento y el anterior Gobierno vasco acordaron el proyecto que se incluyó como partida plurianual en los presupuestos del Ejecutivo de 2009 con una planificación que incluía el fin de las mismas este verano. La Agencia Vasca del Agua (URA) pospuso en julio, tras el cambio de Gobierno, las obras "por motivos técnicos" y sin nueva fecha, después las diluyó en un plan global de 60 actuaciones en toda la CAV y cuando la presión vecinal y del Ayuntamiento getxotarra forzaron el inicio hace apenas semanas, lo hizo incumpliendo condiciones previas. El resultado, un nuevo desbordamiento ayer. La causa -y las responsabilidades- son de naturaleza... humana.