Canadá se podría resumir de la siguiente manera: joven, bilingüe y difícil de encasillar. En la región de Quebec sobresale su alma europea, en gran parte por los aires cosmopolitas de Montreal, la segunda ciudad más poblada (2 millones de habitantes) del país y con una clara vocación cultural y arty. En la otra punta se encuentra Vancouver. Abierta y rodeada de naturaleza, la ciudad principal de British Columbia cuenta con un oasis en pleno centro urbano (el parque Stanley) y dicen que su barrio chino es el más antiguo de Norteamérica. La capital de la provincia más occidental de Canadá es la coqueta Victoria, que con apenas 100.000 habitantes no puede evitar una inevitable flema británica que se percibe casi en cada esquina. Si estuviese al lado de Brighton, en la costa sur de Inglaterra, no desentonaría en absoluto. 

Falta Toronto. Y faltan otras muchas ciudades: Ottawa, Calgary, Winnipeg, Edmonton… Un breve y necesario apunte histórico antes de descubrir sus joyas naturales: Canadá celebró el 150 aniversario de su fundación como país el 1 de julio de 2017. La efeméride contó con numerosos eventos festivos, así como con una sonada gira del entonces príncipe Carlos de Inglaterra y su esposa Camila. Cabe recordar que Canadá es totalmente independiente de Londres solo desde 1982. En su Constitución se define como una monarquía parlamentaria. Por lo tanto, Carlos III es el Rey de Canadá y su hijo Guillermo, el príncipe de Gales, es el heredero de la Corona del segundo país más extenso del mundo después de Rusia

Los festejos se vieron empañados por las protestas de organizaciones de indígenas y miles de aborígenes, que reclaman un trato más justo y un reconocimiento expreso a su presencia en esas tierras, mucho anterior a la de las colonias de origen europeo. El primer ministro, Justin Trudeau, trató de coser el país con un discurso conciliador: "La historia de Canadá se remonta a mucho antes de la Confederación, a las primeras personas que trabajaron, amaron y construyeron sus vidas aquí, y a aquellos que vinieron aquí siglos más tarde en busca de una vida mejor para sus familias". 

Ahora sí, llega el turno de mostrar su vertiente más espectacular y seductora, donde las maravillas paisajísticas se acumulan como en las estanterías de un bazar, entre increíbles parques nacionales, montañas blancas y territorios vírgenes. Sus inviernos se hacen largos y pesados, pero a los viajeros le sobran razones de peso para disfrutar de una escapada turística. 

Cataratas del Niágara 

Cada minuto se precipitan 110.000 metros cúbicos por los tres saltos de las cataratas del Niágara (Ontario). Dicho de otra manera, aún más gráfica: equivale a un millón de bañeras de agua despeñándose cada segundo. Estas voluminosas cortinas húmedas no son, ni de lejos, las más altas del mundo. Con sus 60 metros de altura, no aparecen en el listado de las 500 cascadas más imponentes. Se encuentran a unas dos horas en autobús desde Toronto, una opción cómoda y barata para recrearse con un entorno de hermosura y embrujo natural. 

Es la primera y casi obligada visita del viaje. El famoso salto de agua marca la frontera entre Canadá y Estados Unidos. Hace cinco años una ola de frío extremo azotó la zona y las temperaturas se desplomaron hasta los 10 grados bajo cero. El inusual temporal provocó que en las navidades de 2017 se congelase el curso del agua del Niágara. El paisaje congelado se volvió aún más impactante. Y sí, es cierto lo que dicen: el turismo es asfixiante y el recuerdo que puede dejar en el viajero puede ser agridulce.

Las cataratas del Niágara al fondo siguiendo la senda del río. Pixabay

Decenas de millones visitan las cataratas del río Niágara todos los años, así que conviene estar mentalmente preparado para compartir la experiencia visual entre multitudes. En el lado canadiense no faltan los hoteles y los típicos reclamos para turistas. Es el precio de la fama de este monumento natural que hallaron los colonizadores franceses a finales del siglo XVII y que los amantes del cine clásico siempre relacionarán con una arrebatadora Marilyn Monroe en la película de 1953 ('Niagara', Henry Gathaway). 

Parque Nahanni 

Del fast food turístico a la calma y el anonimato. El Parque Nacional de Nahanni pivota alrededor del Nahanni Sur, uno de los imponentes ríos de América del Norte. No se llega fácilmente a este lugar salpicado de cataratas y cañones, vigilado continuamente por las afiladas montañas Mackenzie. La mitad de los mil visitantes que acceden anualmente a la reserva natural, declarada Patrimonio Mundial de la Unesco en 1978, son piragüistas. El resto solo pueden hacerlo por aire (en hidroavión y helicóptero, principalmente). Se encuentra a unos 500 kilómetros de la ciudad de Yellowknife, en el noroeste del país, y el paraje acoge una de las indiscutibles reinas paisajísticas de Canadá: las cataratas Virginia, las más grandes de Norteamérica debido a sus 92 metros de altura. 

La cortina de agua tiene una sola caída. Una roca parte el salto en dos y el bello estruendo rebota en las paredes del parque y más allá. Su anchura es de unos 250 metros y, de momento, están a salvo del turismo; un motor económico que después de la pandemia vuelve a ser un negocio boyante para países como Canadá, una verdadera potencia. La vida salvaje en Nahanni se ha quedado al margen de los packs turísticos de las agencias de viajes. La voracidad a la hora de atraer visitantes no ha llegado a un sitio al que los pioneros o primeros inmigrantes acudían en masa en busca de oro

Lago Louise 

Recorrer al volante los casi 8.000 kilómetros de la Trans-Canada Highway, la carretera que une el país de punta a punta y atraviesa algunos de sus destinos más atractivos, es un plan tan práctico como recomendable. Además de disfrutar de los abruptos cambios de paisaje, muchos parques nacionales (Gross Morne, Banff, Jasper, Yoho) quedarán a mano en una ruta que combina tramos provinciales y vías principales. A Banff se le conoce en Canadá como el parque de las aguas de color azul turquesa. Situado a dos horas de Calgary, la ciudad más importante de la provincia de Alberta, es el Parque Nacional más antiguo de todo el territorio canadiense. 

Para poder ver unas tonalidades más propias del Caribe que de la fría Norteamérica, debemos desplazarnos hacia el pueblo de Lake Louise, donde en la temporada de invierno miles de personas se deslizan por las pistas de las estaciones de esquí de los alrededores. A unos cuatro kilómetros nos topamos con el idílico lago encajonado entre montañas rocosas. Según cuentan, la razón de su peculiar color verdoso se debe a que los sedimentos de las montañas son arrastrados por los glaciares a los ríos. En ese instante es cuando se produce la magia cromática.  

Atención, un oso grizzly

En las montañas rocosas que van de Alberta a British Columbia habitan los osos grizzly, los fascinantes animales de tonos parduzcos -el color varía entre el gris y el marrón- que uno imagina cazando alegremente salmones en el río. Su dieta se completa con importantes cantidades de carne (alces, ciervos, cabras). Gozan de mala reputación por su supuesta agresividad y sus ataques son temidos en el reino animal. Los ecologistas llevaban décadas avisando de que la especie estaba en peligro de extinción. Según la revista National Geographic, los nativos americanos convivían con 50.000 osos grizzly. "Tras siglos de disparos, trampas y envenenamiento por parte de los colonos", la cifra se redujo drásticamente hasta menos de 1.000 en el área de las Montañas Rocosas. Afortunadamente, ya no es así. Los grizzlis se están desplazando a otras zonas de Canadá y Estados Unidos para sorpresa de biólogos y montañeros. La Ley de Especies en Peligro de Extinción de 1975 ha surtido efecto y se estima que actualmente solo en Canadá habitan más de 25.000.

Los osos viven en libertad. Pixabay

¿Son estos animales tan peligrosos como se cree? "Los ataques letales contra los humanos son raros", explican en la publicación de geografía, historia y ciencia. "De media, hay un encontronazo mortal cada tres años. Algo mucho más habitual es que las personas maten a los osos disparándoles ilegalmente, atropellándolos o alimentándolos sin querer".

Isla de Baffin

La minería, la pesca y el turismo han sustituido a la caza de ballenas en la isla más grande de Canadá. Es una zona que frecuentemente se describe como inhóspita y desolada; de hecho, es uno de los lugares con menor densidad del mundo, con 0,02 habitantes por kilómetro cuadrado. Baffin es territorio de la cultura inuit, en el que bajo un clima riguroso y áspero conviven alrededor de 15.000 personas. La isla alberga montañas impresionantes. El Parque Nacional de Auyuittuq es un tesoro recomendable y poco frecuentado: los glaciares, fiordos y acantilados se conservan a temperaturas gélidas.

Acantilados de la isla de Baffin. Pixabay

Leyenda ballenera

Las cascadas de Motmorency son muy accesibles y están a solo 13 kilómetros de la ciudad de Quebec, en el este de Canadá. Son mucho menos conocidas que las del Niágara, pero curiosamente ganan de calle en altura (83 metros) y, además, evitamos la marabunta de turistas que se amontona en la frontera natural entre Estados Unidos y Canadá. En el Atlántico canadiense también se encuentra la bahía de Fundy, un brazo de mar mundialmente conocido por sus mareas extremas y en el que se pueden ver ballenas francas, una especie amenazada y en peligro crítico. El cetáceo llega a medir hasta 18 metros de longitud y pesa una media de 50.000 kilos. En Fundy circula una leyenda que dice que las mareas extremas las causa una ballena gigante que agita el agua. Canadá es tan salvaje que cualquier cosa es posible.