l festival Eñe es uno de los certámenes literarios de referencia en Madrid, una gran fiesta de las letras que lleva celebrándose cada otoño desde 2009. Además de la programación -que incluye presentaciones, coloquios y todo tipo de actos-, los premios honoríficos miden de alguna manera la trascendencia del evento cultural: los galardonados de sus 12 ediciones han sido Mario Vargas Llosa, Javier Cercas, Almudena Grandes y Gioconda Belli, entre otros. Y es en este marco tan imponente donde el poeta Hasier Larretxea (Arraioz, 1982) presentó junto a su familia y pareja un insólito performance agitado por un cóctel variopinto de lirismo, música, vanguardia y arraigados símbolos vascos.

La sede del Círculo de Bellas Artes, corazón del festival, acogió uno de los momentos más “poderosos, emotivos y sorprendentes”, según dijeron sus organizadores en la edición de 2019 tras la lectura performativa de ‘Caminos de retorno’. Durante más de 50 minutos Larretxea recita versos cargados de simbolismo con constantes referencias a sus orígenes, en el valle del Baztan. De fondo, la electrónica minimalista de Zuri Negrín contrasta con un imaginario euskaldun que se compone de una serie de levantamientos de piedras, cortes de troncos con sierra y un aizkolari sobre el escenario.

Justo al final, cuando parece que ya no tiene nada más que decir, Hasier se pone de pie sobre un tronco sujetando el hacha desde el mango y sostenido por sus progenitores, Patxi Larretxea y Rosario Gortari. Se mete en la piel de un aizkolari, que podría ser su padre, referente del deporte rural vasco, mientras este le sujeta. Hemos llegado al colofón del show. ‘Caminos de retorno’ se volvió a representar en la capital madrileña el año pasado (centro Conde Duque) y también ha pasado por Barcelona (festival Barcelona Poesía), Donostia (Ernest Lluch K.E.), Bilbao (Guggenheim), Valencia (festival Vociferio) y otras importantes ciudades del Estado.

El escritor navarro lee en voz alta los poemas de su libro ‘Quién diría, qué...’ (ed. Pre-Textos). “Yo también pinté desde preescolar ese escudo que me protegía / de los rayos intempestivos / de las espadas de maderas afiladas a contraluz / de los vocablos esgrimidos desde la pestilencia que convierte la palabra dichosa en putrefacción (...). / Yo también aprendí que desde la ingenuidad de la redondez de aquel prisma, / no existía ese temor al acecho del precipicio sin retorno”.

Conexión con sus raíces

Hasier Larretxea ha publicado una decena de poemarios en euskera y castellano desde 2008. Últimamente ha conectado de manera especial con su valle, su lugar de origen. Lo contaba el pasado mes de enero en una entrevista concedida a este periódico a raíz de su nuevo libro, ‘Otros cielos’ (Espasa). “Me he ido dando cuenta con los años que, quizá, lo que en parte podía renegar por no identificarme personalmente en la adolescencia o en años posteriores, es mi mejor afluente de inspiración”. El Baztan se ha convertido en un paisaje recurrente de su obra, ya que “con sus experiencias más duras y livianas conforma un ideario muy rico en una simbología a la que, a través de la escritura, vuelvo para sanar e ir liberando espacios y, sobre todo, poder ofrecer otra mirada”.

Este reencuentro se produce en su espectáculo a todos los niveles, donde cobra especial relevancia el deporte rural vasco (hacha, piedra, sierra) a través de la figura de su padre, el aizkolari Patxi Larretxea. Un pueblo pequeño tiene sus ventajas; al mismo tiempo, puede generar inconvenientes a un joven escritor homosexual con inquietudes culturales. El escritor baztanés probó suerte en la gran ciudad. Hace unos 15 años que vive en Madrid. Pero ahora es distinto. El poeta vuelve a su patria rozando los 40 años, en un giro de 360 grados que suele darse con frecuencia entre el colectivo artístico. Jota, líder del grupo indie granadino Los Planetas, reconocía hace poco que “cuando eres más joven buscas cosas nuevas, cosas de tu tiempo, pero conforme te vas haciendo mayor, vuelves a las raíces”.

‘Caminos de retorno’ se puede leer en distintas claves. El destino quiso que el manifiesto de la edición de 2020 del festival Eñe, marcado por la pandemia, conectase en su espíritu con la obra de Hasier Larretxea, prueba de que su pieza es local, navarra y vasca, pero sobre todo universal. “Ha llegado el momento de volver a reencontrarse con la nobleza de aspirar a ser mejores”, dejó escrito el director literario de Eñe, Jesús Ruiz Mantilla. “Dejemos el infundio colectivo de la amenaza y soñemos. Apartemos del camino la resignación de quienes desean convencernos de que somos demonios y no ángeles. Recuperemos la dignidad de perseguir un mundo que merezcamos y nos merezca. Luchemos desde nuestro interior y también juntos por buscar la luz de la indispensable utopía”.

“Hemos actuado en muchas ciudades y en muchos festivales de literatura juntos”

“En la presentación de uno de sus libros puso un hacha y un tronco para que apareciera”

“Hacer juntos este espectáculo nos

ha valido para

limar asperezas familiares”