n 1935 Jorge Oteiza se plantó en Latinoamérica. Estaba interesado en el estudio de las civilizaciones precolombinas y fue profesor de cerámica en Buenos Aires y Papayán, Colombia. Vivió y viajó en esta parte del mundo hasta 1947 y se casó en Argentina con el amor de su vida, Itziar Carreño. Conoció varias culturas primitivas, especialmente en los yacimientos de San Andrés y San Agustín, en los Andes de Colombia. Ya a su regreso a Bilbao, en 1952, publicó ‘La interpretación estética de la escultura megalítica americana’. Este ensayo, junto a una obra anterior, ‘Carta a los artistas de América. Sobre el arte nuevo en la Postguerra’, de 1944, constituyen los ejes esenciales en el pensamiento estético del artista vasco.

Oteiza, a menudo puesto como ejemplo de artista integral y que abandonó la creación artística en 1959, quedó profundamente impresionado por las esculturas monolíticas de la región andina. En su libro realizaba la siguiente descripción sobre los agustinianos: “Es una cultura matriz. Creó y elaboró sus mitos, inventó en un impresionante proceso creador las formas megalíticas de su estatuaria. No es un pueblo que recibió ideas, no heredó, sino que, independientemente, buscó y descubrió las que tuvo y dejó expresadas a todo lo largo del fantástico repertorio de piedras, en las que se encierra el costo espiritual y el drama heroico de su fabricación original”.

La joya de la corona

El Parque Arqueológico de San Agustín es la joya de la corona del municipio del mismo nombre, capital arqueológica del departamento del Huila, en el suroeste del país. Fundado en 1935, en 1995 fue declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y gracias a sus 78 hectáreas está considerada como la necrópolis más grande del mundo. Según los estudios arqueológicos realizados en el parque, la cultura agustiniana se remonta al año 3.300 a.C., aunque la mayor parte de sus deidades y bestias mitológicas florecieron entre los siglos I y VII, época de esplendor artístico en la región andina. Las obras de arte, ejecutadas con maestría, abarcan desde la abstracción al realismo y están en medio de un paisaje natural impresionante. La vegetación es exuberante, los cañones de roca volcánica dejan boquiabiertos al visitante y el entorno privilegiado realza la experiencia.

El valor de las esculturas es doble. Por un lado, el parque es un tesoro artístico y paisajístico. Las estatuas y tumbas permanecieron sin ser descubiertas hasta 1757, cuando el fraile Juan de Santa Gertrudis tropezó con ellas. Las estatuas representan imágenes de chamanes, dioses y personalidades de la época. ¿Cuál es la interpretación que se realiza sobre estas obras? ¿Qué nos querían decir sus creadores? La realidad es que las versiones no siempre coinciden. Su significado es todo un misterio la mayoría de las veces, por lo que se suele llegar a conclusiones variopintas. Hay quien puede llegar a ver a un Dios a punto de cometer un sacrificio, mientras que esa misma estatua, según la versión oficial, estaría representando un parto. Contratar a un guía local para completar la visita y que aporte luz sobre los secretos de las piedras milenarias puede ser una herramienta útil.

En el recorrido se recomienda con auténtico fervor desviarse a La Chaquira, a unos 4 kilómetros desde el centro del municipio. Siguiendo el estrecho río Magdalena, en coche o a caballo, y rodeado de un exultante verde, se llega hasta la zona donde están los petroglifos. El acceso a las peñas talladas sobre piedra es a pie, una vez superados los 162 escalones de madera.

En el conjunto escultórico destaca la Diosa La Chaquira, de más de dos metros de altura, que con los brazos levantados domina la escena. Este es su particular reino. El resto de las figuras tienen rostros antropomorfos y se integran perfectamente en el paisaje posicionados en dirección a oriente, como si custodiasen al sol y sus movimientos. Según cuentan, este lugar sirvió como centro de observaciones astronómicas y ayudaban a los agricultores a planificar su calendario de trabajo. Una anécdota que los fans de la cantante Shakira sabrán de sobra y el resto tal vez ignore: el nombre de la cantante de ‘Waka Waka’ no guarda ningún tipo de relación con este lugar. Shakira significa “agradecida” en árabe.

El parque es también territorio místico, sobre todo para las comunidades indígenas, que siguen adorando a sus dioses. Estas esculturas rinden tributo a los ritos funerarios de los antiguos pobladores de la región, fervientes creyentes en la vida después de la muerte. Rendían culto a numerosos dioses, entre los que se encuentran algunos animales y elementos de la naturaleza. Muchas estatuas de San Agustín continúan en el mismo lugar donde se hallaron y sus mascaras ceremoniales se caracterizan por grabados que mezclan rasgos humanos y animales. Además del impresionante conjunto monumental escultórico, se puede visitar el municipio, a una altura de 1.800 metros de altitud y rodeado por una tupida vegetación tropical. Más arriba, en plena montaña y ya a 3.5000 metros, nace el río Magdalena, el caudal de agua más importante de Colombia.

La otra joya arqueológica

En 2007 el periódico colombiano Tiempo organizó un concurso popular para determinar cuáles eran las Siete maravillas del país andino. En el sexto lugar aparecía el Parque Nacional de Tierradentro, ubicado al suroeste del país, y Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1995 “por ser un importante reservorio de la cultura precolombina”. Según esa lista, el Parque Arqueológico de San Agustín ocupa el tercer puesto. Aunque a muchos les venga a la cabeza Perú o la la Isla de Pascua de Chile, Colombia aglutina los tesoros de monumentos religiosos y esculturas megalíticas más importantes de Sudamérica. Solo en Tierradentro se pueden visitar 162 tumbas subterráneas excavadas en roca volcánica. Las tumbas fueron saqueadas hace siglos por sus joyas y preciosas reliquias. Muchas de las estatuas originales se perdieron o se dispersaron en todo el mundo. Otras muchas continúan intactas, listas para ser admiradas en el lugar donde fueron concebidas. Monolitos, ídolos de piedra, las decoraciones de las cámaras funerarias... La oferta escultórica es amplia en la región de Tierradentro, aunque debido a su accidentada topografía (cimas quebradas, cañones profundos) su acceso no es para nada sencillo. Para llegar al parque se tardan unas 10 horas desde Bogotá. La entrada al parque cuesta 50.000 pesos (unos 11 euros), cantidad que va destinada a su “conservación y mantenimiento”.

“Nando y yo hicimos una ruta en caballo en busca de esculturas en sus lugares originales”

“Me llevé una gran decepción cuando visitamos San Agustín porque se ha convertido en un parque turístico”

“Fuimos a San Agustín, que está al sur de Colombia, a un parque donde estuvo el escultor Jorge Oteiza”

“Cuando fui a Colombia con mi novio, Nando, que es de allí, me gustó que no había museos como en Occidente”