Bilbao
En todos los equipos, modestos o galácticos, existe al menos una estrella. Pero el ocaso también llega para ella. Y es entonces cuando se abre paso a un lapso de incertidumbre, porque, es así, todo equipo necesita a una estrella que ilumine el camino, especialmente en esos días de espesura y tinieblas. Liverpool y Atlético de Madrid, en el eterno cambio de ciclo que implica no gozar de una multimillonaria cuenta bancaria, se han cobijado en el espíritu competitivo del colectivo para vivir culminando grandes logros; pero más aún se agarran a sus estrellas, porque son estas las que permiten sostener el pulso de las altas cotas. Son la guinda del pastel.
El uruguayo Luis Suárez comenzó la temporada preso en la grada de Anfield, por rebelde sin causa, por morder la oreja de un rival y una factura de diez partidos de sanción, un gesto vampírico que le condenó también en 2010 a otros siete partidos; y bueno, como currículo oscuro y fuente de enemigos, en 2012 le endosaron otros ocho por insultos racistas a Evra... Con su prominente dentadura -le apodan Conejo Suárez...-, fue objeto de mayor burla si cabe. Pero el chico, de 26 años, escarmentó, o al menos, se renegó futbolísticamente. Si su campaña liguera más prolífica vestido de red venía siendo la pasada, con 23 goles en 30 encuentros, actualmente suma 19 dianas en 12 comparecencias, siendo el máximo artillero de Europa, junto al hispanobrasileño Diego Costa. Un registro que, ante la atenta mirada de los clubes adinerados y el acecho del mercado invernal, le ha reportado una renovación de contrato hasta 2018 por un monto de 12,5 millones de euros anuales, casi el doble de lo que venía percibiendo. ¿Descomunal? Quizás; en competición liguera encabeza el ránking porcentual europeo de goles totales anotados por su equipo, con el 45%, permitiendo al Liverpool ser líder provisional de la Premier League -posee un partido disputado más que Arsenal y Chelsea-. Ostenta, además, el mejor promedio del continente, con 1,58 goles por partido. Un acotado en el que Diego Costa es quinto, con 1,12 goles por encuentro, acertando, además, el 41% de las dianas del Atlético.
El caso de Costa, de 25 años, es el de otro enemigo público, aunque en apariencia y no arbitralmente, pues suma tres amarillas, por una que ha visto Suárez -lo que desdice sus turbias famas-. Sin embargo, es innegable, armado por todas las artimañas a las que da amparo el fútbol y justificándose por verse criado en el balompié de bajos fondos, de suburbio, se ha vestido de superstar, esa estrella imprescindible para ver al Atlético coliderando la Liga BBVA. Emergió de la necesidad y vacío generados por los Forlán, Agüero o Falcao, que condujeron al equipo a límites insospechados. Sin ellos, Costa escucha cantos de Balón de Oro en tono jocoso. Así habla de él el padre Simeone, que guarda un tesoro de 19 goles en 17 compromisos. "Si aumentan el plazo del Balón de Oro...", reza el autor del cholismo.
Sin apariencia de especialista, multiplicado en oficio, se ha dado el capricho de decir no a la selección de Brasil, enquistando detractores como acto de rebeldía, y ha vacilado con la campeona mundial España, donde los patriotas también se han estirado los pelos pensando que los colores no se prestan a mercenarios. Un lujo de pretendientes, una maravilla de presente. Sin ir más lejos, este fin de semana tanto él como Suárez han mojado por partida doble.
Son dos personajes que engordan la estadística, que alimentan el anecdotario y que cambian de tercio, pues han renovado el fútbol, donde Cristiano Ronaldo y Messi duopolizaban la jerarquía del gol. Con sus instintos, pues se prodigan conectando con el balón sacrificando si es necesario la estética, y una lectura del juego que permite un posicionamiento encomiable, aparecen donde les necesitan Liverpool y Atlético para hacer de la presencia un arma letal, un peso pesado específico. Siguen siendo rebeldes, porque han revolucionado el fútbol y van dejando al margen el prejuicio ajeno a golpe de gol. Y lo cierto es que, gusten o no, amados u odiados, son los reyes de Europa, estrellas cada día más relucientes. Son las guindas red y colchonera.