Competir en triatlón es para todoterrenos de agua, rueda y pista, pero si además te falta una pierna como a la atleta vizcaina Rakel Mateo, no hay nada que se cruce en el camino, ni siquiera una amputación a pocos meses de los Juegos de Tokio.

La triatleta vasca compite con una potencia limitada en el cuerpo, pero no en la mente y con ese afán de superación vino a Tokio tan solo seis meses después de haber sido amputada.

"No quiero decir el día de mañana: ¿Y si lo hubiera intentado? He querido luchar hasta el último momento para estar en Tokio", cuenta en entrevista Mateo.

Nacida en Mungia y de 46 años, Mateo sufrió hace veinte años un accidente laboral en el supermercado donde trabajaba.

Una carga de cien kilos se le cayó encima de la pierna izquierda, obligándola a padecer dolores y usar muletas durante dos décadas, hasta este pasado febrero cuando los médicos decidieron amputarle la pierna por encima de la rodilla.

Mateo empezó a pedalear en 2010 porque se sentía libre, después añadió la natación y la carrera, llegando por primera vez a unos Paralímpicos en Río 2016.

Participa en una modalidad de triatlón donde los atletas tienen la coordinación ligeramente limitada en todo el cuerpo o la ausencia de extremidades.

SIN TIEMPO PARA APRENDER A CAMINAR Y CORRER

"El 14 de julio me pusieron la prótesis, todavía no sé ni andar", explica la atleta minutos antes de subirse al avión que la lleva de regreso a España, justo dos días después de su actuación del sábado y siguiendo las normas sanitarias de los anfitriones.

¿Cómo logró acabar la triple prueba en un tiempo de 1:30 con una amputación reciente? "Corrí con muletas para no ponerle al muñón el peso encima. Pensaba que no acabaría la carrera", detalla del proceso que la colocó en séptima posición.

Salió a la bahía de Tokio con un pie de carbono y sin articulación de rodilla, "una pata tiesa" que sorprendió a los técnicos ortoprotésicos que acompañan a los atletas durante los Juegos y que ha derivado en un emotivo regalo.

No había tenido tiempo de hacer la transición, el muñón estaba sensible y "no sabía correr con rodilla".

Los técnicos del servicio de reparación de prótesis y sillas de ruedas de la empresa fabricante Ottobock la vieron y la llamaron después del triatlón. "¿Por qué no te pasas?", cuenta Mateo que le dijeron.

"Creía que me iban a aconsejar, pero me vuelvo a casa con una articulación de rodilla nueva para correr y una ligera prótesis para caminar, porque la mía era más grande y pesada", cuenta emocionada tras pasar casi cinco horas con estos mecánicos de personas en el taller de la Villa.

Se siente muy agradecida porque este regalo le da nuevas alas para París 2024, aunque se ríe al ser preguntada si la veremos allí.

"Me encantaría saber cómo de rápida puedo correr, voy a intentar estar en París", dice alegre.

"La intención primero es aprender a correr como cualquiera que no tenga ningún tipo de problema", dice la deportista que hasta ahora "corría con una forma rara" y tiene "gestos" adquiridos que la obligan a aprender de cero.

SIN LÍMITES, A PESAR DEL CALOR

Se había preparado para el calor entrenando en una cámara del Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada y San Cugat, pero el pasado sábado una infausta temperatura de 35 grados y 80 % de humedad caldeó el triatlón.

"En el agua no sufrí tanto y en bici el airecillo te libera el calor, pero corriendo no podía agarrar los botellines de agua porque llevo muletas y los aspersores de agua hacían que se me resbalaran las manos", relata de las dificultades.

"Estoy muy contenta, porque no sabía si iba a aguantar y he terminado", concluye esta deportista que no conoce límites.