Con la línea del horizonte a modo de póster, dibuja la imaginación de Unai Basurko (Portugalete, 1973) su memoria marítima, la que queda impregnada para siempre entre salitre y sudor. El navegante portugalujo, que ha recorrido todos los océanos en solitario, es un marinero en tierra. En realidad, todos lo somos. El hogar como puerto refugio. El embravecido mar del coronavirus golpea con virulencia y el aislamiento se ha convertido en el dique de contención de una pandemia que cuando pase, al igual que ocurre cuando se dobla el feroz Cabo de Hornos, tal vez premie a cada persona con un pendiente en la oreja. Será el recordatorio a la valentía, la solidaridad y la resistencia de un tiempo de zozobra y de incertidumbre. El icono de una batalla por la supervivencia en la que todos estamos en el mismo barco y donde se antoja imprescindible mantener el rumbo firme.

En medio de la tormenta perfecta, el navegante vasco que ató su destino al de su velero, el Pakea Bizkaia, heredero de la tradición de los marinos que hilvanan el árbol genealógico del mar que recorre las venas desde el Cantábrico, charla con DEIA sobre la sensación de soledad, aislamiento, resiliencia y reinvención que supone la navegación en solitario. Antes de responder, Basurko quiere agradecer de "todo corazón" el esfuerzo de los que combaten en primera línea, desde las trincheras, contra el coronavirus. "Quiero mandar un abrazo y mi agradecimiento a todas las personas que cuidan de nosotros en estos días complicados. Mila esker bihotz bihotzez!"

Ha navegado en solitario en infinidad de ocasiones y durante largos periodos de tiempo. ¿Qué sensaciones tiene uno ante esos retos?

—Sientes que debes prepararte al máximo tanto física como mentalmente. Después, a medida que te vas adaptando al medio marino, cada día que pasa te sientes mejor. Hasta llegar a estar en total sintonía con la mar y el velero.

¿Las situaciones de calma chicha o de grandes temporales, a la espera y a merced de los elementos, son comparables al encierro en casa provocado por la pandemia del coronavirus?

—A bordo hay momentos, como las calmas o un temporal que dura días y noches, en los que debemos de ser fuertes y pacientes, aceptar que estamos a merced de los elementos y centrarnos en lo que verdaderamente podemos influir, cuidando de nuestro cuerpo y aprovechando para revisar el velero. Ahora la situación que nos toca vivir es similar en cuanto que su continuidad no está directamente en nuestras manos. Mientras este temporal dure, debemos cuidarnos nosotros y cuidar de los nuestros. Aprovechar la situación para mejorar el hogar, sin olvidar dejar tiempo para la reflexión, meditación y adquirir compromisos para cuando pase el temporal. Al menos, en el confinamiento en los hogares, las condiciones son mejores para soportar la espera. En este tipo de encierros terrestres disponemos de innumerables lujos que a bordo no se dan: agua corriente y caliente, electricidad, variedad de alimentos y entretenimientos, conectividad digital, posibilidad de dormir en una cama que no se mueve con sabanas limpias y sin tener que despertarnos cada hora. Si bien es verdad que, por el contrario, en los océanos no nos atacan los virus tanto.

Usted es un navegante que ha recorrido miles de millas marinas en solitario. ¿Cuáles son las claves para soportar la soledad, sin nadie al lado para charlar, realmente aislado, según su experiencia?

—El periodo más largo que he vivido realmente aislado son 72 días a bordo. Mi experiencia es que cada día que pasa te encuentras mejor. Primero vives unos días de adaptación al cambio. Dejamos la tierra para ir a la mar. En 3 o 4 días podemos sentirnos mejor. Tras estos días, el ser humano tiene capacidad de sobra para empezar a sacar provecho de cada oportunidad por pequeña que sea. Grandes dosis de humor y pensar en que siempre todo puede ser peor me suelen ayudar. Después de 15 o 20 días, las semanas transcurren sin darte cuenta. Digamos que has creado un nuevo hogar. Ayuda el hablar al barco, a amigos o familiares que aunque no veamos están siempre ahí, a los delfines y aves, a las olas€ mientras no te contestes tú mismo, podemos decir que sigues cuerdo. Y dedicarnos tiempo. Sentir. Perdonarnos y perdonar. Soñar y recordar. Agradecer cada día. Casi veo más complicado la adaptación posterior al regresar a tierra. Más si, como en mi caso, cientos de personas quieren abrazarte o saludarte. Suele llevar tiempo, dicen que el doble de los días que hayas navegado.

¿Qué preparación psicológica realizaba antes de embarcarse en esas aventuras hacia lo desconocido, sin fecha fija de retorno?

Llevaba deseando navegar en solitario alrededor del planeta desde los 15 años. Navegar y navegar. Aprender cada día y de cada experiencia. Quizás esa fue la mejor preparación.

De momento, el confinamiento se prolonga durante quince días más. ¿Cómo se maneja la ansiedad y el estrés que puede provocar la incertidumbre, el no saberse manejar en una situación completamente nueva y cambiante y de la que no se sabe cuánto durará?

—Es cierto que no sabemos cuánto durará. Igual de cierto como que estamos haciendo lo correcto. Esto nos tiene que dar tranquilidad. Debemos estructurar un calendario por semanas y pensar que estamos navegando hacia una nueva manera de entender la vida y las relaciones. Quiero creer que mejor. Ahora toca navegar en el mismo barco y ayudar al capitán.

Estamos en una situación a expensas de lo incontrolable, en este caso, de un virus. ¿Tiene parangón con lo que se puede vivir en la mar?

—La mar y la navegación a vela tienen que ver mucho con la vida: conocer nuestro barco, a nosotros, decidir a dónde vamos, en qué época y con qué medios... Saber que la naturaleza siempre es más fuerte que nosotros, pero que a la vez formamos parte de ella. Lo cambiante del medio que nos rodea, su crudeza y su belleza€

¿Según su dilatada experiencia, que se puede recomendar para afrontar el aislamiento, aunque sea en tierra firme?

—Con el debido respeto a las familias que están sufriendo pérdidas de seres queridos y personas con grandes necesidades, creo que nos puede ayudar funcionar por semanas con un calendario a la vista de toda la tripulación de casa. Tener cada día un reto, cuidar nuestra alimentación e higiene, no abusar mucho de la tecnología y leer más. Saber reírnos de nosotros mismos y de nuestra fragilidad. Dedicar nuestro tiempo y cariño a los demás. Hacer una lista de los compromisos que estamos dispuestos a adquirir para cuando esto termine. Disfrutar pensando de qué manera y con quién vamos a celebrarlo. Nos toca vivir el presente, respirar y aprender.

"El periodo más largo que he vivido aislado son 72 días, pero cada día que pasas te sientes mejor"

"Hay que aceptar que estamos a merced de los elementos y centrarnos en lo que podemos influir"