La derrota del domingo en Ejea confirmó el descenso del Barakaldo a la Tercera División RFEF, lo que supone todo un punto de inflexión en la historia del club gualdinegro. Un desenlace no menos doloroso por lo previsible, ya que el equipo tan solo ha podido sumar cuatro victorias en las dos fases de la competición y se ha visto una y otra vez superado por sus rivales, claramente un escalón, cuando no varios, por encima de la entidad fabril. Como siempre que ocurre una desgracia de tal magnitud, las causas seguro que son muchas; las consecuencias están aún por llegar.

Sin duda, uno de los motivos para tan paupérrimo rendimiento deportivo sea el recorte presupuestario al que forzó la deuda de 1,2 millones de euros adquirida con la Seguridad Social y que obligó a los mandatarios fabriles a confeccionar una plantilla a la baja con respecto a la temporada anterior -más aún si lo comparamos con dos cursos atrás-. Pero la económica no es la única causa de la descomposición del club a todos los niveles. Ese mismo equipo que no hace ni dos años se jugaba frente al Hércules en el play-off un ascenso a Segunda está hoy en la quinta categoría. Agobiado por la citada deuda y en medio de una enorme crisis institucional -la actual junta ejerce como gestora ya que ningún candidato quiso concurrir a dirigir el club-, la única salida viable era la de la conversión a sociedad anónima deportiva. Una solución que proveyese al club de "músculo financiero" en palabras del presidente, Jesús María Isusi, y que acabase con el vacío de poder que vive la entidad.

Este descenso, sin embargo, varía enormemente las cosas. Si ya se antojaba complicado reunir 2,2 millones de euros para satisfacer el capital inicial (1,2 millones de los cuales se irían en la regularización de la deuda) en Segunda B, con 1400 socios, habrá que ver si el club sigue siendo tan atractivo para los inversores en el quinto nivel del fútbol estatal. Todo está por ver, ya que será la primera temporada tras la reorganización de las categorías, pero todo indica que la conversión será sin duda ninguna mucho más complicada después de este descenso histórico.

Así las cosas, teniendo en cuenta que en octubre el club debe abonar 46.000 euros al organismo público y otros 96.000 el próximo año, quizá la solución más barata, sobre todo, y que es la que cada vez con más opciones aparece, sería la de liquidar el club y comenzar a competir desde cero, con las cuentas saneadas, en la categoría más baja del fútbol territorial. El precedente más cercano lo tiene el Barakaldo al otro lado del río Galindo en el Sestao River. Liquidado en 1996, una vez consumado su descenso a Segunda B con una deuda cercana a los 3 millones de euros, el club verdinegro tuvo que reinventarse para, a ascenso por año, regresar a la Tercera tres campañas después.

perdón a la afición

Lo único cierto, de momento, es que el Barakaldo no volverá a esa Segunda B de la que es uno de los clubes decanos. De lograr un ascenso al primer intento, tal como hizo tras descender hace diez años, lo haría a una competición que ya no será su Segunda B. Lo haría a una nueva categoría, la Segunda RFEF, que en nada se parecerá a la actual. Los equipos más importantes estarán para entonces en la llamada Segunda B Pro y ahí no estará el Barakaldo, que ha fallado en el momento más inoportuno descendiendo justo cuando bajar implicaba perder dos categorías y no una. El futuro comenzará a dirimirse en la próxima Asamblea que el club, que ayer lunes pidió perdón a los aficionados, anunciará en las próximas fechas.