El cierre de la Volta a la Comunitat Valenciana era media etapa, apenas 90 kilómetros, menos de dos horas. En ese recorrido tan escueto, encogido y veloz, los ciclistas marcaron una media de 47 kilómetros por hora. El Euskaltel-Euskadi se personó con el lema de siempre colgado del imperdible del dorsal de Gotzon Martín. El vizcaino encontró acomodo en la escapada del día, que en realidad era media jornada, una pequeña excursión. Jonathan Lastra, abanderado del Caja Rural, también anidó en la idea de Martín.

Boaro y Nibali, con ese deje del orgullo de los mejores días de un campeonísimo, completaron el reparto entre Paterna y Valencia, un trazado sosegado, sin alharacas, ideal para acudir a la ceremonia de coronación de Aleksandr Vlasov, el ruso que puso tierra de por medio en el sterrato el viernes y dejó el fin de semana para decorar con alegría y calma su entronización. Vlasov sonrió en lo más alto del podio, desde su atalaya, construida con los pilares de la tierra, observó a Remco Evenepoel y Carlos Rodríguez, el futuro que viene. Los jóvenes festonearon al ruso, que también lo es pero no tanto como ellos, en la foto de fin de curso.

Antes de la liturgia de la entrega de premios que condecoró la pechera de Vlasov, la velocidad eligió a Fabio Jakobsen, que se anotó al esprint su segundo triunfo en la carrera valenciana por delante de Viviani y Kristoff, ambos anulados por la aceleración de Jakobsen. En el diálogo que mantienen a distancia, a miles de kilómetros, el neerlandés igualó las dos victorias de Groenewegen en el Saudi Tour. Las vidas cruzadas del accidente en el Tour de Polonia aún están conectadas por el recuerdo de una pesadilla.

INTENTO DE EVENEPOEL

Planificó Vlasov un día en la hamaca. Evepoel y Mohoric, inquietos, quisieron inflamar el amanecer y atemorizar al ruso. Su sublevación fue un instante. Omar Fraile no la pudo ver. Después de la caída del sábado, el vizcaino no asomó en la salida de la etapa final. La escapada con Martín, Lastra, Nibali y Boaro había nacido sin futuro. A pesar de ello sostuvo el metraje antes de que se arremolinara el esprint, que era la única solución posible.

Ciencias exactas. Matemáticas. Nibali atizaba la hoguera con el lanzallamas de sus relevos, los más flamígeros. Aún quedan brasas en el italiano, que camina hacia la mitología ciclista. Martín y Lastra observaban el magisterio de Nibali. El siciliano gobernaba la fuga, pero no la etapa, dominada por los costaleros de los velocistas.

JAKOBSEN NO PERDONA

En el extrarradio de Valencia solo preocupaban las rotondas una vez anulados Martín, Lastra, Nibali y Boaro. Se tejió un hilo de procesionarias. Fila india y velocidad. Bora pasó al frente para arropar a Vlasov, en el descuento de la victoria final. El Quick-Step dispuso su maquinaria. Querían alumbrar a Jakobsen. Evenepoel era su faro. Intermarché pretendía elevar a Kristoff. Viviani quiso colarse por alguna grieta, pero el muro estaba perfectamente sellado por la espalda del colosal Morkov, el mejor lanzador, el arco en el que se propulsó Jakobsen para asfaltar su segundo triunfo de etapa en la Volta a la Comunitat Valenciana. La tierra de Vlasov.