Afronta el Giro después de haber ganado una etapa en el Tour de los Alpes. Supongo que le da confianza a la hora de competir.—Una victoria siempre te da esa tranquilidad y te permite correr con más calma y sangre fría. Es importante porque no es lo mismo ganar una etapa en una fuga que en un tú a tú con alguien como Yates, uno de los candidatos a vestirse de rosa. Este tipo de triunfos te dan moral. No solamente gana el que más rápido sube y hay que emplear todas las armas.

El año pasado fue quinto en el Giro y en 2018, sexto. ¿Con qué idea acude a la carrera italiana?

—La idea es la idea del equipo que no es otra que salir a ganar el Giro. Vamos con las ideas claras y creo que tenemos un buen bloque y un gran líder con Mikel Landa, que llega in crescendo. Ahora mismo lo tenemos todo a favor. Venimos a lo que venimos, a intentar ganar el Giro y ese es nuestro objetivo. Vamos con esa actitud.

No se tapan. La idea es triunfar en Milán.

—Eso está claro. Al final la carrera pondrá a cada uno en su sitio. Existen muchos factores y hay muchos rivales que no sabemos a ciencia cierta cómo están, pero a priori no nos podemos esconder. Nadie nos creería si vendemos la idea de que venimos a probar. Venimos con todo la intención. Luego, si sale un podio, bienvenido sea. Sabemos que es complicado ganar y quedarnos con un podio sería bueno también.

Usted puede asomar como la segunda baza del equipo. Ha demostrado que es muy competitivo en el Giro.

—Sí. Lo que tenemos que pensar es en no perder la comba desde el minuto uno. Tenemos que emplear nuestros recursos para defendernos. Igual podemos tener dos bazas o centrarnos solamente en una, pero eso se verá con el desarrollo del Giro. La idea es ser una pieza un poco incómoda en el pelotón. Poder tensar la carrera en los momentos importantes, pero siempre jugando para y por el equipo.

¿Qué rivales destacaría?

—Creo que el rival más peligroso es Simon Yates. Ha demostrado un gran momento de forma en el Tour de los Alpes y a eso se debe añadir la experiencia que tiene en la carrera. En principio sería el favorito. También está Bernal, que sobre el papel debía ser el favorito, pero no sabemos cómo está. Hace mucho que no compite y no sabemos qué podemos esperar de él, si llega con dudas o no. Almeida también hay que tenerlo en cuenta. Viene con la experiencia del año pasado. Es bueno en crono y tiene esa chispa necesaria para rascar segundos con bonificaciones. Estará Carthy, que el año pasado se coló en el podio de la Vuelta. Tampoco hay que olvidar a Vlasov, que tiene mucho motor.

¿Cuál será la clave en cuanto al recorrido?

—El paso por los Alpes siempre nos depara grandes puertos, subidas de veinte kilómetros y cimas por encima de los 2.000 metros. Eso nunca falta y es parte del Giro, de su personalidad. Pero antes de entrar en la última semana, la más dura, hay que estar muy atento porque hay etapas que no te van a hacer ganar el Giro, pero que puede que te descuelguen de la lucha por la general. La etapa del sterrato creará mucha tensión y si alguien pierde contacto con el grupo de los favoritos, se puede ver fuera de la pelea por la general. Además el Giro siempre ofrece muchos finales peligrosos, con tramos urbanos, finales con repechos, callejeando. Hay que estar atentos.

Al Giro le gusta jugar con los ciclistas, ponerles trampas en el recorrido.

—El factor sorpresa es difícil de encontrar, pero es verdad que el Giro siempre da oportunidades en ese sentido. En carrera es más relajado que el Tour, pero sí que muchas veces te encuentras muchas etapas que son más difíciles de lo esperado. El año pasado nos encontramos varias etapas de esas que se complican al final. Es otra de las características del Giro. Imagínate encontrarte un circuito como el de la etapa de la Tirreno (ganó Van der Poel, con Pogacar pisándole los talones en una etapa de locura). El descalabro en la general puede ser monumental.

Los Alpes señalarán probablemente al vencedor final del Giro.

—Esas etapas son las que provocan las mayores explosiones porque se suman muchos factores que te obligan a ir al límite. Las etapas maratonianas, con kilometrajes que rondan los 200 kilómetros y ascensiones larguísimas, con puertos que se coronan por encima de los 2.000 metros generan mucha fatiga.

La última semana decide la carrera, pero no se puede llegar muy retrasado.

—Sí. Está claro. No se va a ganar la carrera en las dos primeras semanas, pero no podemos despistarnos. La alta montaña, por mucho que elimine a algunos corredores, no hace muchas diferencias entre los 3-4 más fuertes de la carrera. No se puede ceder mucho tiempo antes de los Alpes.