BILBAO. "El autobús está muy bien, pero creo que le falta otra carretera naranja", dice una voz autorizada de la Fundación Euskadi en la explanada de San Mamés cuando observa al mascarón de proa del bus del equipo. El autobús es una novedad necesaria y el símbolo del nuevo estatus del equipo. El proyecto que crece. "Es necesario", alude sobre una belleza negra con ribetes naranjas. Ese es el color del ciclismo vasco. La Catedral bendice a La Fundación Euskadi. La esperanza es ahora naranja, el tono de la marea que inundó durante dos décadas las cunetas. El negro, elegante, aparente y fotogénico, conquista espacio en la fisionomía del equipo, pero el espíritu fundacional, el naranja, el del rayo que no cesa, permanece intacto, insertado en el tuétano y en cada poro de la Fundación Euskadi. Más si cabe en la puesta de largo del proyecto que mira a los ojos del 2020, un año "ilusioante", subraya Mikel Landa, presidente de la Fundación Euskadi, ante un gran audiencia que abarrotó una de las alas de San Mamés.

Más información y fotografías de este acto este miércoles en nuestra edición de papel y en www.deia.eus