bilbao- De repente, en el descenso del Iseran, el caos agarra al Tour por la pechera de la confusión. Christian Prudhomme, el director de la Grande Boucle, asoma en la cabeza de carrera, que comparten Egan Bernal y Simon Yates. Manda parar. La primera reacción del colombiano, que es el líder virtual tras someter a Alaphilippe, y del británico es negar. Los gestos de asombro se posan sobre el rostro de los dos ciclistas, que no se creen lo que les anuncia Prudhomme, el jefe del Tour. “No me lo podía creer, no quería parar”, expuso Egan Bernal, el nuevo líder del Tour, cuando recibió la información. “Van tan concentrados en la victoria que no se dan cuenta de los riesgos, por eso no querían parar y por eso era importante que detuviéramos la carrera cuanto antes”, afirmó Prudhomme, que se vio en la obligación de frenar el Tour con la carrera lanzada por culpa de una impresionante tormenta que imposibilitó el tránsito de los ciclistas.

“Fueron kilómetros de granizo y dos riadas de barro”, describió el director de la prueba, que aseguró que cuando mostraron a los corredores las imágenes, entendieron la decisión. La seguridad es lo primero. “Estaba impracticable, cuando los elementos se ponen en tu contra no hay nada que hacer”, señaló Prudhomme. Lo ocurrido camino de Tignes fue un hecho histórico. Nunca antes pasó algo parecido. En 1982 se anuló una jornada por una huelga en una crono por equipos, aunque se disputó más tarde en otra ciudad. En 1996 se anuló parte del trazado de una etapa que partía de Val d’Isère porque sobre el Iseran había caído una gran nevada. Los ciclistas fueron trasladados en coche a 46 kilómetros de la meta de Sestrières y salieron desde allí. - C. Ortuzar