OCHO segundos decidieron la edición del Tour de 1989 que fue por eso y otras cosas una de las más emocionantes y animadas de la historia. Fue en los 24,5 kilómetros que separan Versalles de los Campos Elíseos, un trazado de lo más parisino, y en la lucha contra el reloj donde se resolvió el enconado pulso que habían librado Greg Lemond y Laurent Fignon, dos ciclistas de fuerte carácter y cuya relación distaba de ser cercana, pese a que, o quizás porque a principios de los 80 habían compartido equipo.

El desenlace de la carrera fue sorprendente y todo un mazazo para los aficionados, que esperaban un nuevo triunfo de quien debía sustituir a Bernard Hinault como dominador galo de la carrera. Pero la victoria de Lemond tuvo algo de épico ya que se produjo después de recuperarse de un accidente de caza que estuvo a punto de retirarle dos años antes. La última etapa montañosa que llegó a Aix-les-Bains y que ganó el ciclista de Lakewood dejó al rubio francés con 50 segundos de ventaja antes del cierre en París, que parecían suficientes para llevarse su tercer Tour.

Sin embargo, el rubio estadounidense sacó a su gran rival 58 segundos, dos más que en la contrarreloj de 73 kilómetros entre Dinard y Rennes de la quinta etapa. Fignon entró exhausto en la meta sin que los ánimos del publico fuera impulso suficiente para borrar esa casi inapreciable distancia de ocho segundos después de 22 etapas y 3.285 kilómetros desde que la carrera arrancó en Luxemburgo.

Fue, precisamente, esa ciudad, o lo que en ella sucedió, la que cambió el destino de un Tour que llevaba escrito el nombre de Pedro Delgado, ganador el año anterior. Pero el segoviano cometió un desliz que aún le persigue y en la etapa prólogo se perdió por las calles del Gran Ducado, llegó tarde a la salida y fue el último en meta con 2:54 de retraso en apenas siete kilómetros. Dos días después, sin salir aún de Luxemburgo, el Reynolds se dejó otros 4:32 en la contrarreloj por equipos en la que tuvieron que auxiliar durante muchos tramos a su afectado líder, que en tres etapas había perdido más de siete minutos y había arruinado sus opciones de victoria.

Comenzó entonces un Tour muy entretenido en el que Lemond y Fignon se alternaron en el liderato y en el que un Delgado en continuo ataque ejerció de involuntario aliado de uno y otro mientras buscaba una remontada imposible. En la quinta etapa cogió el maillot amarillo el estadounidense por apenas cinco segundos y lo lució durante cinco jornadas hasta Cauterets, donde Miguel Indurain logró su primera victoria de etapa en el Tour. Al día siguiente, en Superbagnères, Delgado, insistente y con el orgullo encendido, recortó tres minutos y medio al dúo de cabeza en el que Fignon tomó la delantera. Le duró hasta la decimoquinta etapa en Orcières-Merlette, donde Lemond se avanzó por cuarenta segundos.

SIN TREGUA

El Tour pareció sentenciarse dos etapas después en L’Alpe d’Huez donde el galo dio un golpe de mano al sacar a su rival un minuto y 19 segundos y tomar el liderato por casi medio minuto. Al día siguiente en Villard-de-Lans Fignon amplió esa renta en la clasificación hasta esos 50 segundos, que tenían pinta de definitivos en la decimonovena etapa cuando ellos dos, Delgado y Theunisse, los cuatro primeros de una general en la que Marino Lejarreta fue quinto, llegaron juntos a la línea de meta de Aix-les-Bains a dos días del final en los Campos Elíseos. Pero, como reza el tópico, hasta que no se cruza la última línea no se acaba el Tour y en 1989 se cumplió como nunca. Esos 24,5 kilómetros, en cierto modo, cambiaron la historia porque impidieron la victoria de un ciclista francés en su carrera, algo que no se produce desde 1985 cuando ganó Hinault por quinta vez. Laurent Fignon, que en 1989 se había impuesto en el Giro, nunca más volvió a estar cerca de ganar una grande y se retiró en 1993. En 2010 falleció por culpa de un cáncer de páncreas.

Greg Lemond se impuso de nuevo en 1990, su tercer Tour, con una diferencia más holgada de 2:16 sobre Claudio Chiapucci. Fue el último gran triunfo de un ciclista que no caía simpático y que tuvo que dejar paso a la era Indurain antes de retirarse en 1994 tras tres años de un rendimiento decreciente. Pero suyo fue hace treinta años un Tour disputado a cara de perro, el más ajustado de la historia.