EL Bilbao Basket ha tenido jugadores con mucho impacto en el partido, como Ben Lammers. Su entrada ha sido decisiva porque ha cambiado el ritmo defensivo de su equipo y a nosotros nos ha hecho perder el orden". Pedro Martínez fue muy claro a la hora de señalar las claves del duelo del domingo entre los hombres de negro y su Baxi Manresa y puso el foco sobre el pívot estadounidense, un jugador de 2,08 metros reclutado por la entidad de Miribilla durante el verano de 2018 procedente de la NCAA (Georgia Tech), que el pasado curso fue absolutamente diferencial en la LEB Oro -sobre todo en el apartado defensivo e intimidador- además de pieza clave para lograr el ascenso y que en las 18 jornadas que se llevan disputadas de la presente Liga Endesa no para de demostrar que su techo como jugador está a la misma altura a la que él mismo acostumbra a colocar tapones y capturar rebotes: en cotas muy elevadas.

Lammers, con solo 24 años y en su segunda temporada como profesional, es una esponja que absorbe conocimientos, conceptos y movimientos a velocidad vertiginosa. Aseguran los que llevan año y medio trabajando con él que su mejora es perceptible prácticamente a diario. Lo último que ha mostrado en los partidos es ese tirito de media distancia, tanto desde posiciones frontales como laterales, que ha sacado a relucir ante el Barcelona y el Manresa. Hasta el momento, su suministro de puntos -10 por encuentro en la LEB, 7,7 este curso en la ACB- se basaba en la explotación de tres situaciones del juego: continuaciones tras bloqueo -fantástica la sociedad que formó el pasado ejercicio con Javi Salgado-, pases de alley oop que le permiten sacar a relucir su gran salto y sus fantásticas manos para finalizar cerca del aro y los palmeos y mates en rebote ofensivo (es tercero en la liga en rechaces ofensivos, con 2,6 por cita). Desde hace dos citas, el tiro de media distancia, trabajado desde hace tiempo en Miribilla y que anteriormente se había visto con cuentagotas en los partidos, se ha añadido a su arsenal ofensivo con bastante acierto. Contra el Barcelona fue especialmente efectivo (acabó con un 9 de 11 en tiros de dos puntos) y el domingo contra el Manresa consiguió de esa manera el 83-74 que sirvió para allanar el camino de los suyos. Se trata de un recurso muy explotable por Álex Mumbrú. Hasta el momento, sus pares trataban de atar en corto a Lammers en las cercanías del aro y le flotaban si salía a posiciones intermedias, pero si sigue mostrando la efectividad de la que está haciendo gala deberán pensárselo dos veces y pegarse a él, despejando la zona para penetraciones de compañeros como Jaylon Brown o habilitando espacios y alejando posibles ayudas para situaciones al poste de los treses y los cuatros.

Desde su llegada a Bilbao, Lammers siempre ha sido un arma aprovechable en ataque -y lo será más según vaya ganando rango de tiro y capacidad para jugar al poste-, pero es en labores de retaguardia donde marca diferencias de verdad. Lo hacía en la LEB y lo sigue haciendo en la ACB. Su sola presencia en cancha cambia el modus operandi del rival, ya que sus jugadores se lo piensan dos veces antes de entrar en la pintura bilbaina porque saben que ahí les espera The Lamminator, apodo que traía ya de su época en la NCAA. Posee unos conceptos defensivos tan buenos y depurados que pese a su gran actividad es complicado verle en problemas de faltas (únicamente lleva 20 en 18 jornadas) aunque a ello ayuda también el hecho de jugar poco más de 17 minutos por cita por el gusto por las rotaciones constantes de Mumbrú (el año pasado tampoco llegaba a los 20). En la ACB le está tocando frenar a jugadores con más peso y envergadura, pero se defiende con solvencia cuando le llevan al poste. Además, su buena colocación y rapidez de movimientos le permite llegar casi siempre a las ayudas, además de interceptar o al menos desviar muchos balones que buscan destinatario dentro de la zona.

Máximo taponador de la ACB Pero donde de verdad brilla Lammers es en la faceta taponadora. Nadie coloca más que él este curso en la Liga Endesa (2,1 por duelo, más que el gigantesco Walter Tavares, que se queda en 1,9, y su propio compañero Ondrej Balvin, tercero con 1,6). En cuatro de sus últimos cinco encuentros ha alcanzado los cuatro tapones, una cifra más que considerable, y muchos de ellos acostumbran a ser de gran espectacularidad al ser capaz de interceptar el balón a alturas elevadísimas y ser especialista en amargar a sus pares llegando al galope por detrás, cuando menos se lo esperan. Que el estadounidense, con contrato en vigor hasta 2021, siguiera el próximo curso en Bilbao sería una fantástica noticia para el conjunto de Miribilla, pues sus posibilidades de crecimiento son todavía considerables.