Bilbao - Que levante la mano quien pensara, más allá de ensoñaciones momentáneas, que el Bilbao Basket podía salir de la semana inaugural de su retorno a la Liga Endesa con un parcial de 2-0 cuando el calendario le había colocado en el camino dos huesos como el Iberostar Tenerife y el Valencia Basket. Que dé un paso al frente quien, incluso en sus pronósticos más desatados, esperara ver a los de Álex Mumbrú ayer con una ventaja de hasta 21 puntos en el luminoso ante un trasatlántico como el taronja, con un fondo de armario tan superlativo que hasta puede permitirse cada jornada el lujo de dejar sin convocar a dos jugadores a los que el presupuesto de la franquicia vizcaina no puede aspirar ni hipotecando media plantilla. El arranque de curso de los hombres de negro es de los de ver para creer, de los que invitan a frotarse los ojos y darse palmadas en los mofletes. Y no, tampoco ahora es momento de fliparse y separar los pies del suelo, pero esta puesta en escena acerca el objetivo de la permanencia y define a los de Mumbrú como un grupo humano sólido y con las ideas claras a niveles incluso sorprendentes a estas alturas de curso.

El Bilbao Basket, que ha hecho del descaro bandera en este amanecer competitivo, cuajó ayer 25 minutos, los primeros del partido, sublimes. Preciosistas incluso. Ataques a golpe de corneta, lanzamientos atinados a las primeras de cambio, bombas de tres puntos, canastas sencillas en las distancias cortas, aportación de todos los jugadores... Torbellino negro ante la agradecida mirada de la grada, que además gozaba con un trabajo de retaguardia de los suyos tan hiperactivo como solidario, incomodando a los de Jaume Ponsarnau en todas sus líneas. Ese momento de ensoñación cristalizó en un 55-34 durante los primeros coletazos del tercer acto, pero el rival no llegó ayer a Miribilla para dejarse llevar. Apretó clavijas atrás, comenzó a mover la bola con más tino y a encontrar mejores situaciones de tiro y las tornas del encuentro cambiaron. Entonces, los anfitriones mostraron su otra cara, la resistente, la capaz de capear el temporal con casi todo en contra. Primero, un parcial de 4-13 en ese tercer cuarto y, sobre todo, el 0-12 con el que arrancó el último acto con más de seis minutos sin sumar un solo punto. Con el 71-69 tatuado en el marcador, parecía que el choque se les iba a escurrir entre los dedos, pero el Bilbao Basket se negó a claudicar. Apretó los dientes y cuando hubo que dar un paso al frente encontró todo tipo de voluntarios. Ondrej Balvin frenó la sangría además de proteger su aro como un titán en los compases finales, Arnoldas Kulboka y Axel Bouteille enchufaron dos triples providenciales para conseguir algo de oxígeno (81-74) a un minuto del final y, como en el mejor de los guiones, fue Rafa Martínez el que acabó de dar carpetazo al asunto con dos tiros libres. El de Santpedor, que se enfrentaba al equipo de su corazón, jugó motivadísimo desde el salto inicial, llevó el peso anotador de los suyos con 16 puntos y aportó ese punto de veteranía y picardía imprescindibles en este tipo de contiendas -sacó siete faltas a sus pares-. Dulce venganza la suya.

Desbocados El Bilbao Basket arrancó la contienda espídico, subido a lomos de un efervescente Rafa Martínez. Seis puntos en un abrir y cerrar de ojos del catalán, unidos a un triple de Jonathan Rousselle, dispararon a los anfitriones hasta el 9-2. El Valencia Basket, incómodo, se defendió desde la larga distancia. La entrada en pista de Quino Colom, ovacionado en la presentación pero con escasísimo protagonismo en la contienda, dio algo de fluidez a los de Ponsarnau, pero fue algo fugaz. El Bilbao Basket era un torbellino. Excelentemente plantado en defensa, cerrando infinidad de líneas de pase y con actividad constante, y multidisciplinar en la faceta ofensiva, jugando al galope y con movimiento de balón constante. En las distancias cortas aportaba Balvin, en las medias se unía Bouteille y desde la línea de 6,75 echaba un cable Kulboka. ¿El resultante? Un 28-18 al final del acto inaugural con un 11 de 16 en tiros de campo, ocho canastas asistidas y nueve jugadores, todos menos Thomas Schreiner, sumando puntos. Y la cosa fue a mejor, porque en el arranque del segundo acto, con el quinteto de jugadores que actuaron en LEB el pasado curso, la renta se disparó hasta el 35-20 con Iván Cruz dominando la línea de fondo y Ben Lammers colgándose del aro ante cualquiera que osara ponerse en su camino. Los triples de Guillem Vives permitieron al Valencia Basket no desconectarse del todo en el luminoso, pero los hombres de negro siguieron a lo suyo, con el acelerador pisado a fondo en todo momento, con ataques verticales y fugaces que pillaban al rival sin armarse en retaguardia. Jaylon Brown, Kulboka, Bouteille, Sergio Rodríguez... Todos sumaban hasta el punto de que muchos en la grada se frotaban los ojos cuando una bandeja de Rousselle entrando a canasta como cuchillo en mantequilla colocaba el 53-34 en el ecuador de la contienda.

Al regreso de vestuarios, los locales alcanzaron su mayor renta (55-34), pero el Valencia Basket no iba a hincar la rodilla sin luchar. Los visitantes apretaron sus clavijas defensivas, en ataque apostaron por emparejar en pista a Vives y Sam Van Rossom y entre los dos bases suministraron los puntos necesarios para recortar diferencias (61-50). Los de Mumbrú frenaron en primera instancia el intento de rebelión y alcanzaron los diez minutos finales con un cómodo 71-57 pero entraron pronto en bonus, sus tiros, bien jugados, dejaron de entrar y el amago de colapso se convirtió en realidad: seis minutos sin anotar, parcial de 0-12 y 71-69. Pero cuando peor pintaban las cosas el Bilbao Basket no perdió su aplomo. Balvin y Rousselle taponaron la vía de agua, Kulboka y Bouteille ampliaron rentas y Rafa Martínez puso el lazo para que Javi Salgado tuviera un homenaje con triunfo. Que ya tocaba.