Bilbao

mes y medio antes de que el Campeonato de Parejas asomara en el calendario con el nuevo año, a comienzos de enero, en el frenesí del Cuatro y Medio, Aitor Zubieta, el zaguero más determinante en lo que va de competición por su poder intimidatorio, cerraba los ojos para reeducar con ejercicios de propiocepción su rodilla derecha, a punto del colapso después de padecer una rotura parcial del ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha en el frontón de Elgoibar el pasado 28 de agosto. La mente del zaguero de Etxarri-Aranatz necesitaba reconocer la articulación a la que le unían algunos hilos. Caminaba desacompasado lo psicológico y lo físico, cortado su vínculo ancestral. "Sientes que la rodilla no hace lo que tu quieres", recuerda Zubieta sobre su bamboleante proceso rehabilitador, mediante una batería de ejercicios para la autodefensa de la propia articulación, para evitar el acero del cirujano.

"Mi obsesión era fortalecer al máximo la rodilla porque no quería pasar por el quirófano", argumenta el manista navarro, que cada vez que pensaba en el bisturí se topaba con la radiografía de Barriola, once meses fuera de las canchas por la rotura total del cruzado anterior. Incluso por las noches, mientras dormía, a Zubieta le asaltaban las imágenes de cuando "se me quedó enganchado el pie, giré el cuerpo y crack". Padeció el de Etxarri-Aranatz pesadillas con ese fotograma, con ese chasquido, que le generaba inquietud y zozobra por el temor a que los hilos que sostenían la rodilla quebraran del todo. "Me costó mucho quitar el miedo y ganar confianza. Porque la pelota también es un estado de ánimo". Para combatir el miedo, para superarlo, para mirarlo de frente y no rehuir su mirada, Zubieta se agarró al tacto de la pelota gosua. "Metí un montón de horas en el frontón con la pelota gosua. Así fue como quité el miedo a hacer algunos movimientos. Me sirvió de mucho", razona el zaguero de Etxarri-Aranatz, que dividía sus recuperación en sesiones rehabilitadoras de mañana y tarde. Desde entonces refuerza la estabilidad de su articulación Zubieta con una rodillera especial diseñada en Estados Unidos y que le recomendó el traumatólogo Mikel Sánchez. "Probé un montón de modelos hasta dar con uno con el que estoy a gusto", sostiene Aitor.

El esfuerzo, titánico, -"no fue una contrarreloj, pero sí tenía que claro que quería estar en el campeonato", apunta Zubieta- colocó a Aitor en el Parejas, en el que unió su destino al de Xala, al que había acompañado en la pasada edición sustituyendo a Aritz Laskurain. Con el rango de titular serigrafiado en su casaca, el zaguero navarro se ha situado en el centro del escenario después de mezclar, intensidad, oficio y una descomunal pegada además de fortalecer anímicamente a su delantero, un manista que necesita atención constante por su personalidad, un tanto apocada. "Así como yo tengo tendencia a coger más responsabilidad de la que me toca, a Yves hay que animarle para que coja más responsabilidad, para que sea más importante", desgrana el zaguero navarro, que logró que Xala se enchufara definitivamente tras hacerle comprender que tenía que tener más ascendente sobre los partidos. "Xala tiene que rematar porque hace mucho daño y le costó hacerlo".

Una vez enderezado el lekuindarra, Yves y Zubieta se dispararon con un estilo bien definido según Aitor "haciendo los partidos duros", y alcanzaron la liguilla de semifinales con suficiencia. Decidió entonces Aitor rebajar los tacos que velaban por la salud de sus manos. "El Parejas es duro y hay que cuidar las manos lo mejor posible y hasta las semifinales he llevado bastante taco. En semifinales decidí quitar taco y así gozó más", expone Zubieta, que cubre las manos con un taco especial diseñado por Pedro García, masajista riojano. Fortificadas las manos, robustecida la rodilla, alimentada la confianza y apuntalado su juego, Zubieta es un acorazado.