Mens sana in corpore sano
Laskurain sitúa su apogeo en un cambio de mentalidad y un gran estado de forma
bilbao
lA alta competición no concede ni un milímetro de tregua, ni tan siquiera algo de aliento que llevarse a la boca para respirar con más pausa debido a su exigencia. Es despiadada la élite, un leviatán de feroz apetito que se alimenta con extraordinaria voracidad, sin descanso; un general que no firma armisticios y tampoco tiene la menor intención de hacer prisioneros. Se trata de un ejercicio de pura supervivencia, de adaptarse lo mejor posible al medio por hostil, fronterizo, seco, árido, desasosegante y deshabitable que éste sea. "Al final tienes que encontrar el equilibrio", subraya Aritz Laskurain, una de las más gratas noticias del Campeonato de Parejas, que quema su penúltima etapa, la liguilla de semifinales.
La armonía que sugiere el zaguero de Soraluze es la fusión de una mentalidad competitiva y de un estado de forma que sea capaz de soportar el trajín del torneo y que interprete debidamente los deseos del cerebro, tan proclive a los vaivenes de las sensaciones, esos misterios inescrutables que rigen los designios de los deportistas más de lo recomendable. "Mi mentalidad ha cambiado. Creo que soy más fuerte y maduro que antes a la hora de afrontar los partidos en el aspecto psicológico. Más incluso que cuando jugué la final en 2008 con Titín. Aquel campeonato lo jugué más nervioso que el de ahora. También ayuda que haya alcanzado el pico de forma ideal en las dos últimas semanas y eso, evidentemente, se nota a la hora de rendir en la cancha", despieza Laskurain, muscularmente más fuerte y contundente que antaño cuando cimbreaba su fibroso andamiaje en torno a los 85-86 kilos. El guipuzcoano ha ganado tres kilos de músculo para la presente campaña y ha mejorado el fondo físico, fundamental para encarar con garantías el espinazo de una competición que alumbra duelos de extrema dureza porque así lo dispone su genética. "Llego más entero a los finales de partido", destaca Aritz, en proceso expansivo desde el último enfrentamiento de la liguilla de cuartos del Parejas.
Sucede que únicamente con un armazón más sólido, con un esqueleto más resistente, no es suficiente para elevarse sobre el ático del Parejas. La gran mutación de Laskurain se ha producido en el territorio de la psique, el puesto de mando que gobierna la sala de máquinas. Se planteó un debate shakespeariano el manista guipuzcoano, un ser o no ser. "Entendí que tenía que ser más agresivo en la cancha, que sólo haciendo buena no haríamos nada. Me convencí de que tenía que mandar en la cancha y pegar más a la pelota". La nueva versión de Aritz debutó en el Astelena de Eibar el pasado 28 de febrero cuando junto a Gonzalez tumbó a Aimar Olaizola y Oier Mendizabal en un duelo sin retorno que entronizó al de Soraluze en medio de la agonía: 22-21.
Laskurain prolongó su recién estrenada personalidad hasta el pasado sábado cuando enseñó nuevamente lo incisivos y no sólo en asuntos de pegada, también asomó un zaguero con galones, una hoja de ruta concreta y concisa para que la siguiera su delantero y un riguroso manual de táctica que desmembró a Martínez de Irujo y Beroiz. "Teníamos claro que teníamos que castigar a Mikel, que tenía que mandar atrás y que Sebas sólo tenía que entrar a pelotas para hacer daño rematando y si no era así teníamos que tener paciencia y seguir trabajando para poder jugar de cara y no a la contra como tantas veces hemos hecho durante este campeonato, sobre todo en algunos partidos de cuartos".
un largo viaje Alcanzar semejante nirvana no ha sido sencillo para Sebástien y Aritz, enredados desde el arranque del torneo por la falta de comunicación y su incapacidad de entendimiento en la cancha. Más que sumar, su errático reparto de tareas, lograba restar. Gonzalez abusaba en su búsqueda de protagonismo, entrando a pelotas que no le correspondían y se activaba a destiempo en posiciones en clara desventaja lo que retrataba a ambos de mala manera, obligados a jugar a la contra. Laskurain era consciente de que debían corregirse tácticamente si querían seguir viviendo en un competición en la que penaban porque su alianza no acababa de mezclar. Las señales que recogía en la cancha, Aritz las reforzó con escrutinio de vídeos. "He visto todos los partidos y estaba claro que no estábamos haciendo bien las cosas. Hay que analizar las cosas para solucionarlas".
Crearon Gonzalez y Laskurain algo similar a un gabinete de crisis, que no era otra cosas que mirarse a lo ojos y enmendarse antes de que la competición les descabezara definitivamente. Aritz interiorizó que debía ser él quien guiara a Sebástien, un delantero efervescente que necesita ser embridado para rendir al máximo. "Estoy cómodo mandando. Ahora tenemos las cosas muy claras. Sebas tiene que rematar cuando tenga buenas opciones y yo tengo que llevar la responsabilidad del partido". La mezcla exacta. Mens sana in corpore sano.