Tras ser una de las sorpresas de la Berlínale y ganar el festival de Málaga, la película de Alauda Ruiz de Azua, 'Cinco lobitos, llega el viernes a las salas de cine. Cinco lobitos es una cinta honesta y auténtica "como la vida misma", que aborda la maternidad desde un punto de vista generacional, madre, hija, nieta, y analiza los cambios que conlleva la llegada de un nuevo miembro a la familia.

"Después del viaje tan bonito que hemos tenido en los festivales, ahora llega el momento de compartirlo con todo el público", reconoce esta directora de Barakaldo que ha debutado en el largometraje por la puerta grande. Rodada en Bakio y Mungia, la película va directamente al corazón.

Cuenta la historia de Amaia (Laia Costa) que acaba de ser madre y se da cuenta de que no sabe muy bien cómo serlo. Su pareja debe ausentarse por razones de trabajo unas semanas y decide viajar a casa de sus padres (Ramón Barea y Susi Sánchez), en un pueblo costero del País Vasco y compartir la responsabilidad de cuidar a su bebé durante unos días. Lo que no sabe Amaia es que, aunque ahora sea madre, no dejará de ser hija.

Con tantos premios y críticas excelentes que ha recibido su película, estará muy tranquila.

-Es mi primera película y tengo un poco de vértigo por ver cómo va a reaccionar el público. Es verdad que tanto la crítica como los que la han visto nos han transmitido cosas muy bonitas y salían muy emocionados. Me hace además especial ilusión que se vea aquí porque soy de Barakaldo y la película trata sobre una familia vasca. Creo que la gente de aquí puede sentirse muy identificada.

La película aborda el tema de la maternidad en una familia vasca, donde la figura matriarcal tiene mucho poder...

-Como soy de aquí, he vivido este matriarcado, pero es verdad que el poder de la madre es universal. En las proyecciones de otras ciudades se me ha acercado gente y me ha comentado que han reconocido a su madre en el personaje de Begoña, que interpreta Susi Sánchez. Es como las amatxus de aquí, mujeres fuertes, que cuidan a los hijos y a la gente que tienen alrededor.

¿Cómo ha sido trabajar con dos veteranos como Ramón Barea y Susi Sánchez?

-Los dos tenían, lógicamente, mucha más experiencia que yo porque para mí era mi primera película, pero han sido muy generosos, les gustaba mucho el guion y los personajes, además estaban abiertos a jugar en rodaje, a probar cosas y a buscar, no ir con las cosas tan hiperclaras. Aceptaron el juego encantados, han sido supergenerosos y nos lo hemos pasado muy bien. Y en el caso de Susi Sánchez, que es valenciana, fue ella misma la que me propuso poner un ligero acento vasco. Y la verdad es que ha funcionado muy bien, ha sido muy creíble.

Ha contado que la idea surgió cuando tuvo a su hijo...

-Sí, a mi bebé; el primer año, como primeriza, me pareció que faltaban relatos, y que es una experiencia muy compleja y muy universal. Se ha dado por sentado que era algo muy sencillo, que no tenía nada de aprendizaje o se ha mantenido como algo secundario. Y, realmente, la maternidad es una experiencia muy compleja y con muchas capas, implica una reconstrucción de quién eres, a veces, como pareja, en tu entorno profesional o en la forma de ver tu familia.

¿La película tiene mucho de autobiográfica?

-No diría que lo es porque esta historia en sí no ha pasado. Me gusta hablar más de mirada personal, he bebido de mis propias experiencias y de la de amigas, hay un trabajo de introspección, una serie de reflexiones de lo que te está pasando, para escribir luego una historia. ¡Ojalá fuera tan fácil como copiar la vida! Sabía que me jugaba mucho para que sonara muy real y veraz al espectador. Es una historia que se mueve en el mundo cotidiano en el que por debajo pasan cosas muy emocionales, muy tiernas y complejas.

También hay un retrato generacional, una generación atrapada entre una maternidad que se junta con el cuidado de sus padres...

-Es algo que está pasando a mucha gente de mi generación, de alguna manera acaban de ser madre o padre y parece que vas a dejar de ser hijo, pero luego vuelves a ser hijo, porque tienes que cuidar de los padres. Todos envejecemos a la par en la familia. Y la película trata también de eso, de nuestro envejecimiento personal, de los procesos de madurez, porque está muy vinculado con la familia. Somos hijos de ida y vuelta.

¿Cree que en el cine actual hay más espacio para las voces femenina?

-Ahora hay más mujeres que escriben las historias y que las dirigen, que apuestan por otro tipo de historias. Pero todavía nos falta mucho camino por recorrer, sigue habiendo mucha brecha salarial, las grandes superproducciones las siguen haciendo los hombres, solo un 20% son guionistas...

Se estrena en un momento en el que se está debatiendo políticamente muchos temas sobre la familia.

-No he intentado hacer ninguna reivindicación, entiendo que todo puede tener una lectura política, pero mi película no está escrita desde lo reivindicativo ni aleccionador. Siempre me ha gustado el cine como refugio, como un sitio donde plantearte preguntas, donde acompañas a los personajes sin juzgarlos... La escribí para entender a nivel emocional qué consecuencias puede tener la maternidad, pero no para juzgar.

¿Cuál es el secreto de 'Cinco lobitos' para conectar con la gente?

- Por lo que me comentan tras las proyecciones, creo que todo el mundo se siente muy identificado con esta familia imperfecta, que tiene dificultades para comunicarse. Al final, salen con esa sensación de que somos hijos e hijas y nos sentimos vinculados en ese reconocernos en la relación con los padres.