Hibai Etxebarria se siente más pedagogo que un músico al uso. De hecho, reniega de Spotify, del mercado, las modas y apuesta por el formato musical físico, a la vez que reivindica su independencia autoeditando sus discos, como el reciente TripTics VIII - IXen el que han colaborado 40 músicos, entre ellos una orquesta, Xabi Aburruzaga y Mikel Markez. El gernikarra hace un llamamiento a los coros vascos para llevar estas canciones a los escenarios. "Mi proyecto es inusual", reconoce.

Vuelve tras 'Goxokiak', un disco que definía como "un chute de energía", con un álbum distinto.

—Este lo estaba componiendo y grabando antes del confinamiento. En ese instante, la situación cambió completamente, surgieron nuevas canciones y decidí publicarlas porque creí que eran necesarias por su carácter alegre. Después de Goxokiak me animé a retomar y a completar los temas anteriores, ya que no me gusta dejar las cosas a medias. Estas son canciones personales y profundas, escritas en un momento complicado.

Y recupera la serie 'TripTics'.

—En realidad, nunca la abandoné, pues Goxokiak incluía los trípticos V-VI y VII. Preferí publicarlos como un único álbum y con otra estética para aportar color a un tiempo tan gris como el de la pandemia. Pero para mi biblioteca personal siempre han sido parte de TripTics. Ahora incluyo el VIII y IX.

¿Usa esa serie para hacer lo que le da la gana?

—Por desgracia, no puedo hacerlo, solo lo que me es posible hacer. Cuando afrontas todo el proceso desde la soledad son demasiadas las barreras y puertas que hay que atravesar para conseguir objetivos. Con todo, estoy muy satisfecho. En 5 años he publicado 5 álbumes de estudio con material original.

Es un francotirador en la música vasca. Resulta difícil etiquetarlo.

—No tengo interés en que se me catalogue de ninguna forma. Ni tan siquiera me parece preciso que digan que soy músico, ya que no considero que lo sea. Soy pedagogo y trato de que todo lo que haga tenga un fundamento pedagógico. Tanto durante el proceso como en el resultado, así como a la hora de presentarlo. Lo que más me motiva es aprender y compartir, y para hacerlo es necesario moverse en terrenos donde no estás cómodo y quedan cosas por descubrir. Procuro incorporar elementos que me hagan estudiar y analizar para evolucionar. Por eso, en cada tríptico desarrollo estéticas diferentes.

¿Esa forma de encarar la música no va en contra de su carrera comercial?

—No creo tener tal carrera comercial. Publico siendo consciente de cómo funciona la industria y el mercado musical. Como no me gusta, no permito que dicten lo que tengo que hacer y es probable que todas mis decisiones vayan en contra de tal carrera comercial. Como el hecho de solo publicar en formato físico u otros muchos matices que tiene mi proyecto que lo hacen inusual. Siempre trato de intentar ser coherente y cuidar aquellos valores que considero importantes. Sin embargo, es evidente que en la actualidad eso no es un tema de interés o un criterio para el público, los medios, la crítica ni para el mundo de la cultura.

¿El actual ofrece dos discos en uno? Me refiero a los idiomas, colaboradores y estudios de grabación distintos que ha utilizado.

—Ofrece dos trípticos con lotes de cuatro canciones. Podría publicarlos individualmente, como CD de 4 temas, pero me da bastante pudor hacerlo así. El proceso de grabación de cada tríptico es independiente, con músicos, estudios y técnicos diferentes. Y la propia estética sonora de cada uno. Sí, son como dos discos independientes.

El álbum vuelve a retratar sus influencias: las euskaldunes y las estadounidenses.

—Cada tríptico es un mundo. El número VIII, titulado Murmur, incluye canciones con una sonoridad anglosajona muy de los 80. El IX, llamado Triste, ahonda en distintos folclores, incluido el vasco. Ambos tienen un tono más gris que mi anterior trabajo.

En el 'IX', de Lertxundi pasa a Bilintx y lleva a este al doo woop; y mezcla a J. J. Cale con Laboa. ¿Valiente o kamikaze?

—El valiente y el kamikaze creen luchar por causas que justifican sus actos, llevando su lucha a tal extremo que su único destino final posible acaba siendo el cementerio. No temo a la muerte, ya he renacido muchas veces.

En el CD en inglés se advierten influencias de la canción de autor a lo James Taylor, soul, soft jazz, blues, funk y r&b...

—Tus siete etiquetas y los puntos suspensivos muestran lo difícil que resulta catalogarme. La única etiqueta que me define es la de indie, porque si algo soy es independiente. Lo cierto es que procuro incorporar en mis canciones lo que me gusta, y la verdad que son muchos los artistas y estilos que me han influido. Y todos suelen estar presentes.

A veces suena como un crooner con orquesta, pero adaptado al siglo XXI, con sintetizadores.

—He arriesgado mucho en las voces e incluido el apoyo de un trío vocal femenino. Es la principal evolución frente a los discos previos. Trabajo mucho con el mundo coral, lo que influye en mi proyecto. Con mi hermano Aitor he desarrollado los sintetizadores y la parte electrónica del disco. Incluyo algunas capas de sonidos menos orgánicos, pero sin programarlos, como en los 80. Todos han sido grabados con sintes y cajas de ritmos analógicas.

Vuelve a contar múltiples colaboraciones, orquesta incluida con más de 20 miembros, Xabi Aburruzuga, Kike Mora...

—Han colaborado unos 40 músicos. Compongo para formato sinfónico y el esfuerzo es tremendo, porque todo el trabajo de escritura, dirección y grabación recae en mi espalda y bolsillo. Y el directo está complicado, pero quiero llevar estas canciones al escenario con los coros vascos, que lo han pasado mal con la pandemia.

Influenciado por el rock, el pop, el folk, la canción de autor, el soul y el r&b, el músico euskaldun se niega a ser catalogado

El día 30 actuará con la coral de Etxarri-Aranaz, paso previo a llevar su música en directo con corales de Euskadi