Empezó como corista del grupo reggae Ke no Falte hace 30 años y ha pasado por Etsaiak, la banda de Fermin Muguruza, el grupo Calima y vivido una intensa carrera como cantante por diversos países antes de regresar a Getxo. La nómada Afrika Bibang acaba de publicar Ispiluaren aurrean (Motmo Records), un disco de soul y r&b que alterna euskera e inglés, con letras feministas y de reafirmación personal que presentará el sábado 30 en Bilborock y el 4 de noviembre en Getxo. “En el disco quería sonar como Sade”, explica en esta entrevista. En noviembre actuará en Getxo, Gasteiz, Donostia e Iruñea.

Empezó haciendo coros siendo una niña con el grupo reggae Ke no Falte.

—Sí, son 30 años, nada menos. No los había contado, ya que me hace sentir mayor (risas). Y he estado sin parar, yendo de una formación a otra.

Estuvimos años sin saber de usted.

—Estuve tiempo fuera, desde 2005, hasta regresar de nuevo a Euskadi en 2018. Empecé cantando en la temporada de Ibiza y después pasé por Barcelona, volví a Ibiza, Japón, Varsovia... Y pasé por Londres, Líbano, París, Nueva York, Berlín... Por eso el disco anterior a este último se tituló Nómada.

El título se ajustaba como un guante a su vida, la verdad.

—Quería ver mundo y experimentar, así como conocer a músicos increíbles. Y toqué en fiestas privadas para gente como Naomí Campbell o David Beckham. Profesionalmente me curtió muchísimo, ya que he tocado con músicos de Brasil, Cuba, Japón, Estados Unidos, Polonia... Y en estilos diferentes, lo que se nota en lo que hago ahora.

¿Resulta más difícil vivir de la música aquí que en esos países?

—En mi caso, sí. Yo estaba últimamente en un circuito paralelo, no dentro de la industria discográfica. Era un mercado de fiestas privadas y clubes de alto nivel, festivales potentes... Vivía de ello y aquí se puede también, pero cuesta más, sobre todo con mi estilo: soul en euskera.

Habla de música negra y euskera. En esos campos puede sentirse una pionera ¿no?

—Creo que sí. Se escribe por ahí que yo dije que fui la primera mujer negra cantando en euskera. No es así, me refería a cantar soul, ese tipo de música. Antes de mi debut, Entzun (2004), nadie lo había hecho. Y regresé a Euskadi porque éramos tres miembros de diferentes países y viajábamos mucho. Y mis padres se hacían mayores, necesitaban ayuda. Ese mundo es duro, mi casa era una maleta. Y opté por retomar mi carrera aquí. Me está costando, la verdad. Pensaba que iba a resultar más fácil, pero estoy aquí para pelear.

Después de ‘Nómada’ vuelve a apostar en ‘Ispiluaren aurrean’ por un EP de cuatro canciones.

—Sí, la gente ya no compra álbumes. Bueno, es que casi ni hay tiendas de discos. Todo está digitalizado y el formato EP es más cómodo para el artista, que no tiene la presión de hacer 11 temas porque sí. Y muchos de ellos suelen ser paja. Prefiero hacer poco, pero bien.

Vamos, que se está adaptando a los tiempos actuales.

—Soy old school (vieja escuela) total, de vinilos, pero soy práctica; no queda otra. El disco nuevo es continuista, sigo en mi línea, la del soul y el r&b. Quizás se note que está más elaborado y que suena más moderno, con bases de hip hop. Lo llaman neo soul a lo que hago.

Yo veo influencias muy clásicas, incluso de la Motown, pero adaptadas al presente y con guiños a la música negra de finales del siglo pasado, incluida Sade.

—Esa es una gran apreciación, concretamente en Emakumeak. Sonido 80 y 90, con producción de voz similar a la de Sade en canciones como Paradise. Quería sonar a ella, con algo de las bases de A Tribe Called West. Lo has clavado. Sade es mi ídolo desde niña, era una diosa de ébano.

¿Cómo grabó el disco? Creo que recuperó a Israel Monzoncillo para grabar el EP.

—Siempre trabajo con él, desde En- tzun. Se le conoce como Rocky Lee. Él y yo hemos hecho todas las bases e instrumentación del disco. Compartimos ideas al 50%. Eso sí, las letras son mías. Hasta ahora, todo lo que canto lo he escrito yo.

¿Es un disco de reafirmación personal, autoestima y con un toque feminista?

—Sí. Por ejemplo, en el único tema en inglés, Alone in my own, le canto a la independencia emocional de la mujer, que no den por hecho que tenemos que tener siempre a un hombre cerca para crecer. Tenemos mucha fuerza y no necesitamos a nadie para ser felices. Si aparece alguien es porque tú lo has decidido.

‘Emakumeak’ es más explícita en ese sentido, si cabe.

—Lo es. Reivindico la libertad de expresión de la mujer, incluido cómo vestirse y actuar. Sin miedo a represalias o acosos. Si vamos sexy lo hacemos para nosotras, nadie tiene derecho a decirnos o a hacernos nada. La mujer sigue con miedo en el siglo XXI. Es heavy tener que acostumbrarnos a vivir así.

¿‘Kristalezko kabian’ se creó durante la pandemia?

—Así es. Había miedo, incertidumbre, estábamos como enjaulados... Tanta desinformación me generó ansiedad. Me ayudó la guitarra, la música y la composición. La música me salvó, escribí muchas canciones, estudié producción...

Aludiendo al título del EP y de la canción homónima, ¿deberíamos mirarnos más en el espejo para conocernos?

—Sí, es una cuestión de aceptación. Se nota en redes sociales que todo el mundo quiere ser el otro. Así no nos cultivamos a nosotros mismos, no nos queremos ni gustamos. Hay que mirarse en el espejo y aceptarnos. Todos tenemos problemas, pero también cosas buenas, y esas hay que explotarlas. Reivindico la autoestima y el amor propio. Con power estamos dispuestas a todo.

¿Qué ve usted al mirarse al espejo?

—Por fin veo a Afrika. Veo a una mujer orgullosa, africana y vasca. He tenido muchos conflictos al ser africana y criarme en Euskadi, muchos complejos, pero cada vez me quiero más y me acepto. Me veo una punkie, me dan igual muchas cosas.

Haciendo soul, pero punkie de espíritu.

—Exacto (risas). Estuve en Etsaiak, así que tengo esa actitud muy punk. Con ellos lo pasé muy bien, saqué toda mi rabia.

Tiene ya directos inminentes en muchas capitales vascas.

—Empiezo el día 30 en Bilborock y el 4 de noviembre estaré en la Kultur Etxea de Romo. Al día siguiente actuaré en Gasteiz, en el Malibú, el 12 en el Doka de Donostia y el 14 en la Totem de Iruñea.

Excepto en Getxo, irá con una banda potente.

—Estoy súper contenta, he creado una banda con mayúsculas, con el batería Jon Mendizabal, Ricky Salvador a las teclas, Rocky Lee al bajo y programaciones, dos coristas femeninas (Sara Oñate y Ribetaso Esuba) y Dani Hoyos a la guitarra, que faltará en los primeros bolos porque está recuperándose de un accidente. Suenan muy bien.